10 de mayo de 2013
Párrafos de un discurso
olvidado
Blog-Ciudadano
Manuel Aragón Buitrago
En honor al profesor Edelberto Torres, he creído adecuado para honrar
su memoria, publicar algunos párrafos de su discurso pronunciado en la UNAN de
León, el 27 de noviembre de 1980, con motivo de la quinta edición de su libro
“La dramática vida de Rubén Darío”, y la llegada del sandinismo al poder.
Escuchémosle:
“Lo primero es, pues, instaurar el imperio de la honestidad
administrativa. Es motivo de orgullo asegurar que felizmente, Nicaragua está
hoy en manos honradas; pero es oportuno recordarles que no basta que los
gobernantes sean honestos, que es preciso que tengan la energía y el valor
moral de no permitir que al amparo del poder otros ejerzan tráficos ilícitos.
Después de una tradición de siglos de malversación de los dineros del pueblo,
es posible que se esté ante un peligro inminente.
El pueblo nicaragüense no ha gozado hasta el 19 de julio, de libertad,
carece en absoluto de la noción y del sentimiento del hombre nacido y crecido
en el goce del derecho a la seguridad, a la tranquilidad, a expresar lo que
piensa o desea en materia política, sin la amenaza de la cárcel, del destierro
y la muerte. Toda ley que lastime la libertad en cualquiera de sus aristas, que
son los derechos, es antisandinista y afrenta su memoria. Dictar leyes para no
cumplirlas, es mofarse del pueblo, soliviantar su resentimiento, justificar la
insatisfacción, el enojo y la rebelión. Es sandinista el Estatuto sobre
Derechos y Garantías de los nicaragüenses, y más sandinista es su aplicación
irrestricta para promover la felicidad de los nicaragüenses. Infeliz el pueblo
si tuviera que continuar viviendo frustrado, si continuara siendo el pueblo de
Moncada y Somoza, y no el pueblo de Sandino y Carlos Fonseca. Daríamos una
demostración de la ineptitud para el gobierno propio, y no el que heredamos de
España y que no hemos sido capaces de superar. Paz social y siempre paz social,
debe ser el pan cotidiano del pueblo, y compete al gobierno dárselo.
Sandino es paradigma de honestidad, y por eso el sandinismo debe ser
un régimen político en que esa virtud resalte en todos sus ángulos. Decía
Sandino:
“De mi cartera no se sacará ni un cobre. Esta lucha está completamente
desligada de todo interés económico. Por el dinero se siente el más profundo
desprecio en los campamentos de nuestro ejército”.
Referente a las revoluciones, don José Ortega y Gasset dice lo
siguiente: “Las revoluciones, tan incontinentes en su prisa, hipócritamente
generosas en proclamar derechos, han violado siempre, hollado y roto el derecho
fundamental del hombre, tan fundamental, que es la definición misma de su
sustancia. Una revolución no es la sublevación contra el orden preexistente,
sino la implantación de un nuevo orden que tergiverse el anterior”.
En su novela “Los de abajo”, sobre la revolución mexicana, Mariano
Azuela pone en boca de uno de sus protagonistas: “¡Qué chasco, amigo mío, si
los que venimos a ofrecer todo nuestro entusiasmo, nuestra misma vida, por
derribar a un miserable asesino, resultásemos los obreros de un enorme pedestal
donde pudieran levantarse cien o doscientos mil monstruos de la misma especie!
¡Pueblo sin ideales, es pueblo de tiranos! ¡Lástima de sangre!”
De lo más profundo del hontanar de mis sentimientos revolucionarios,
afloraron con amor y dolor lo siguientes versos, que he titulado “Los
Quijotes”:
“Y murieron Carlos, y Julio, y Rigoberto. Murieron como vivieron,
predicando su pena por un mundo preñado de angustias inmensas. Y Medinita, y
Francisco Moreno, y Casimiro, y Roberto Amaya. Todos en la flor de la vida
cayeron, todos hoy, en la paz de los muertos. Y murieron otros, y otros, y
otros. Los que conocimos, y los que no sabemos que en oscuras ergástulas
rindieron sus vidas preciosas, en bien de la patria, en pro de su pueblo. El
comandante Payo, Gabriel Cardenal, burgués con alma proletaria, por quien en la
Habana, quienes con él anduvieron, ante su sacro recuerdo, fluía un rosario de
lágrimas, como póstuma y hermosa plegaria. Eran los humildes que así tributaban
su gesto al hermano ¡Malditos quienes pisoteen sus sacras memorias! ¡Malditos
quienes practiquen el lujo que ellos combatieron! ¡Malditos quienes pronuncien
sus nombres sagrados, practicando en el diario vivir, los vicios y lacras por
las que ellos murieron!”
Mi balance revolucionario me arroja un saldo rojo de revolucionarios y
un superávit excesivo de oportunistas. Históricamente todas las revoluciones
han involucionado. Dijo Martí: “De lo que veo y sé, vivo en perpetuas vascas”
* Escritor autodidacta
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