17
de septiembre de 2012
Managua, Nicaragua |
elnuevodiario.com.ni
Darío
compara al pueblo con un caníbal
Manuel Aragón Buitrago | Opinión
Apreciado Dasgespenst, gracias por tus estimulantes
frases, y como tú me lo pides, sigo cabalgando, aunque “un horizonte de perros
ladre muy lejos del río”. A pesar de que “la luz del entendimiento me hace ser
muy comedido”, no falta quien diga que ataco a Darío cobardemente pues no puede
responder, pero tampoco puede agradecer a quienes le alaban tan alegremente.
Una de las recomendaciones de la ética aristotélica
es “no hacer afrentas, no herir a nadie, no injuriar a otros. Cualquier hábito
del alma suele orientar su naturaleza con arreglo a aquellas cosas que pueden
ennoblecerla o degradarla”. Cervantes aconseja: “Cada uno mire cómo habla o
cómo escribe de las personas, y no ponga a trochemoche lo primero que se le
viene al magín. Enfrena la lengua, considera y rumia las palabras antes que te
salgan de la boca”.
¿Desconoció Darío estas amonestaciones? Parece que
sí. ¿De dónde le nació esa fobia, esa iracundia contra el pueblo con que echó
baldón a su nombre? Parece que fue emulando a Horacio, porque si en algo se
diferenció de escritores serios, fue en su notoria y confesa propensión a
emular a quienes él consideraba “espíritus superiores”.
Escuchemos sus denuestos: “Masas populares cerradas
e ignorantes, turbas de descamisados”. “No gusto mucho del contacto popular, la
muchedumbre me es poco grata con su rudeza y por su higiene”. “He de estar
siempre contra la avenida cenagosa, contra la oscura onda en que hierven todas
las espumas del populacho, contra el odio de abajo. No soy un poeta para las
muchedumbres”.
Oigamos lo que dice en su “Abrojo XXI”, quien nunca
tuvo un centavo en un banco: “He aquí el coro que entonan los vagos y los
mendigos: ¡Guerra a muerte a los banqueros que repletan sus bolsillos! Regla
general: Los pobres son los que odian a los ricos”. Pero el colmo a que llega
en un arrebato de “delirium tremens”, es cuando en “Historia de mis libros”,
cuenta: “En A Roosevelt se preconizaba la solidaridad del alma hispanoamericana
ante las posibles tentativas imperialistas de los hombres del Norte; en la
poesía siguiente se considera la poesía como un especial don divino y se señala
el faro de la esperanza ante las amenazas de la baja democracia y la
aterrorizadora igualdad”.
Corresponde a la poesía IX de “Cantos de Vida y
Esperanza”, que en una de sus partes dice: “La insurrección de abajo tiende a
los Excelentes. El caníbal codicia su tasajo con roja encía y afilados
dientes”. No se necesita de mucha inteligencia para comprender quién es el
caníbal y quiénes son los Excelentes.
En la antigua Roma, los amos solían tener un
esclavo intendente llamado “lorarius”, conocido en Grecia como “nomenclator”. Pongamos
atención a lo que en la obra del comediógrafo latino Plauto “Los cautivos”, les
dice un “lorarius” a los otros esclavos: “Puesto que esta es la voluntad de los
dioses, es necesario que os sometáis a vuestra desgracia. No hay otra manera de
endulzarla. Sé que habéis sido de condición libre, pero puesto que habéis sido
hechos prisioneros, haréis vuestra servidumbre más ligera al mostraros más
sumisos a la voluntad del amo. Un amo que no se equivoca nunca: y hasta el mal
que nos hace debemos encontrarlo bien”.
El amo Darío tiene también sus “lorarius” que a
través del tiempo se han encargado de decir a los ingenuos que “él no se
equivoca nunca”, y hasta sus insultos y alfilerazos que les endilga, deben
recibirlos como dulces caricias y sentirse agradecidos, y son estas pobres
criaturas que no piensan por cuenta propia, quienes ya por Internet, ya por la
prensa escrita, alzan su feroz vocinglería en contra de quien desea liberarlos.
Pero el excelso andaluz Antonio Machado nos dice:
“La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés”.
Siempre habrá quienes les guste que les digan que hieden, que son ignorantes,
que los desprecien, y que los traten de populacho, que son turbas descamisadas,
que les llamen “caníbal”. Eso no habrá quien lo evite jamás.
Dice Darío: “Además del cerdo y el cisne que nos
han adjudicado ciertos filósofos, tenemos el ángel”. Este decir del poeta
oxigena mi cerebro y me ayuda a comprender que muchos escritos “son inspirados
por el cerdo.”
Yo aconsejaría a quienes me critican leer la
“Ética” de Aristóteles, “Las fuerzas morales” de José Ingenieros, y “Pedagogía
del oprimido” de Paulo Freire. Quizá así podrían entrar en razón y aprender a
tener un poco de autoestima, de amor propio, y guardarse sus insultos para
quien les ofende, y no para quien los defiende.
*Escritor autodidacta. Te. 2268-9093
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