EL ESTADO
Federico Nietzsche
“En algún lugar existen
todavía pueblos y rebaños, pero no entre nosotros, hermanos míos: aquí hay
Estados.
¿Estado? ¿Qué es eso?
¡Bien! Abrid los oídos, pues voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los
pueblos: Estado se llama el más frío de todos los monstruos fríos. Es frío
incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se
desliza de su boca: “Yo, el Estado, soy
el pueblo”.
¡Es una mentira!
Creadores fueron quienes crearon los pueblos y suspendieron encima de ellos una
fe y un amor: así sirvieron a la vida.
Aniquiladores son
quienes ponen trampas para muchos y las llaman Estado: éstos suspenden encima
de ellos una espada y cien concupiscencias.
Donde todavía hay
pueblo, éste no comprende al Estado y lo odia, considerándolo mal de ojo y
pecado contra las costumbres y los derechos.
Esta señal os doy: cada
pueblo habla su lengua propia del bien y del mal: el vecino no la entiende. Cada
pueblo se ha inventado su lenguaje en costumbres y derechos. Pero el Estado
miente en todas las lenguas, y diga lo que diga, miente, y todo lo que posee,
lo ha robado. Falso es todo en él; con dientes robados muerde, ése mordedor.
Falsas son incluso sus entrañas.
Confusión de lenguas del
bien y del mal: esta señal os doy como señal del Estado. ¡En verdad, voluntad
de muerte es lo que esa señal indica! ¡En verdad, hace señas a los predicadores
de la muerte!
Nacen demasiados: ¡para
los superfluos fue inventado el Estado! ¡Mirad cómo atrae a los demasiados!
¡Cómo los devora, los masca y los rumia!
“En la tierra no hay ninguna cosa más grande que yo: yo soy el dedo
ordenador de Dios”, así ruge el monstruo.
¡Y no sólo quienes tienen orejas largas y vista corta se postran de rodillas
ante él! ¡Ay, también en vosotros los de alma grande susurra él sus sombrías
mentiras!
¡Héroes y hombres de honor
quisiera colocar en torno a sí el nuevo ídolo! ¡Ese frío monstruo gusta de
calentarse al sol de buenas conciencias! Todo quiere dároslo a vosotros el
nuevo ídolo, si vosotros lo adoráis. ¡Quiere que vosotros le sirváis de cebo
para pescar a los demasiados!
Estado llamo yo al lugar
donde todos, buenos y malos, son bebedores de veneno. Estado, al lugar donde
todos, buenos y malos, se pierden a sí mismos: Estado, al lugar donde el lento
suicidio de todos, se llama “la vida”.
¡Ved pues a esos
superfluos! Adquieren riquezas y con ello se vuelven más pobres. Quieren
poder, sí, en primer lugar, “la palanqueta del poder”, mucho
dinero, ¡esos pobres insolventes!
Enfermos están siempre, vomitan su bilis en lo que llaman periódico. Se devoran
unos a otros y ni siquiera se digieren. ¡Vedlos trepar, esos ágiles monos!
Trepan unos por encima de otros, y así se arrastran al fango y a la
profundidad.
Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en
creer ¡que la felicidad se asienta en el trono! Con frecuencia es el fango el
que se asienta en el trono, y, también a menudo, el trono se asienta en el
fango. Dementes son para mí todos ellos, y monos trepadores. Su ídolo, el frio
monstruo, me huele mal: mal me huelen todos ellos juntos, esos servidores del
ídolo.
¡Apartaos de mal olor! ¡Alejaos de esos sacrificios
humanos! Aún está la tierra a disposición de las almas grandes. Vacíos se
encuentran aún muchos lugares para eremitas solitarios, en torno a los cuales
sopla el perfume de mares silenciosos. Aún hay una vida libre a disposición de
las almas nobles. En verdad, quien poco posee, tanto menos es poseído: ¡alabada sea la pequeña pobreza!
Nota. Copiado por Manuel
Aragón Buitrago de “Así habló Zaratustra”. Cualquier parecido con la
Nicaragua actual es pura coincidencia.
Managua, 2 de Julio 2014
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Favor evitar comentarios con palabras inapropiadas