martes, 20 de octubre de 2015

EL ESTADO Federico Nietzsche.




EL ESTADO

Federico Nietzsche

“En algún lugar existen todavía pueblos y rebaños, pero no entre nosotros, hermanos míos: aquí hay Estados.
¿Estado? ¿Qué es eso? ¡Bien! Abrid los oídos, pues voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los pueblos: Estado se llama el más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: “Yo, el Estado, soy el pueblo”.

¡Es una mentira! Creadores fueron quienes crearon los pueblos y suspendieron encima de ellos una fe y un amor: así sirvieron a la vida.

Aniquiladores son quienes ponen trampas para muchos y las llaman Estado: éstos suspenden encima de ellos una espada y cien concupiscencias.


Donde todavía hay pueblo, éste no comprende al Estado y lo odia, considerándolo mal de ojo y pecado contra las costumbres y los derechos.

Esta señal os doy: cada pueblo habla su lengua propia del bien y del mal: el vecino no la entiende. Cada pueblo se ha inventado su lenguaje en costumbres y derechos. Pero el Estado miente en todas las lenguas, y diga lo que diga, miente, y todo lo que posee, lo ha robado. Falso es todo en él; con dientes robados muerde, ése mordedor. Falsas son incluso sus entrañas.

Confusión de lenguas del bien y del mal: esta señal os doy como señal del Estado. ¡En verdad, voluntad de muerte es lo que esa señal indica! ¡En verdad, hace señas a los predicadores de la muerte!

Nacen demasiados: ¡para los superfluos fue inventado el Estado! ¡Mirad cómo atrae a los demasiados! ¡Cómo los devora, los masca y los rumia!

“En la tierra no hay ninguna cosa más grande que yo: yo soy el dedo ordenador de Dios”, así ruge el monstruo. ¡Y no sólo quienes tienen orejas largas y vista corta se postran de rodillas ante él! ¡Ay, también en vosotros los de alma grande susurra él sus sombrías mentiras!

¡Héroes y hombres de honor quisiera colocar en torno a sí el nuevo ídolo! ¡Ese frío monstruo gusta de calentarse al sol de buenas conciencias! Todo quiere dároslo a vosotros el nuevo ídolo, si vosotros lo adoráis. ¡Quiere que vosotros le sirváis de cebo para pescar a los demasiados!

Estado llamo yo al lugar donde todos, buenos y malos, son bebedores de veneno. Estado, al lugar donde todos, buenos y malos, se pierden a sí mismos: Estado, al lugar donde el lento suicidio de todos, se llama “la vida”.

¡Ved pues a esos superfluos! Adquieren riquezas y con ello se vuelven más pobres. Quieren poder,  sí, en primer lugar, “la palanqueta del poder”, mucho dinero, ¡esos pobres insolventes! Enfermos están siempre, vomitan su bilis en lo que llaman periódico. Se devoran unos a otros y ni siquiera se digieren. ¡Vedlos trepar, esos ágiles monos! Trepan unos por encima de otros, y así se arrastran al fango y a la profundidad.

Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer ¡que la felicidad se asienta en el trono! Con frecuencia es el fango el que se asienta en el trono, y, también a menudo, el trono se asienta en el fango. Dementes son para mí todos ellos, y monos trepadores. Su ídolo, el frio monstruo, me huele mal: mal me huelen todos ellos juntos, esos servidores del ídolo.

¡Apartaos de mal olor! ¡Alejaos de esos sacrificios humanos! Aún está la tierra a disposición de las almas grandes. Vacíos se encuentran aún muchos lugares para eremitas solitarios, en torno a los cuales sopla el perfume de mares silenciosos. Aún hay una vida libre a disposición de las almas nobles. En verdad, quien poco posee, tanto menos es poseído: ¡alabada sea la pequeña pobreza!

Nota. Copiado por Manuel Aragón Buitrago de “Así habló Zaratustra”. Cualquier parecido con la Nicaragua actual es pura coincidencia.


Managua, 2 de Julio 2014

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