jueves, 8 de octubre de 2015

La protesta de la musa.

29 de septiembre de 2012

Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni

La protesta de la musa
Manuel Aragón Buitrago | Opinión
Para apuntalar mis críticas a Darío, he encontrado un cuento de José Asunción Silva (1865-1896), el poeta suicida, a quien Darío llamara “admirable colombiano”, y que él tituló “La protesta de la Musa”. Por su argumentación pareciera que el cuento fue inspirado en Silva al leer los escritos groseros de Darío, y de tratarse de una casualidad, de todas formas le cae a Rubén como anillo al dedo. Escuchemos a Silva:

“En el cuarto sencillo y triste, cerca de la mesa cubierta de hojas escritas, la sien apoyada en la mano, la mirada fija en las páginas frescas, el poeta satírico leía su libro. La oscuridad del aposento se iluminó de una luz diáfana de madrugada de Mayo; flotaron en el aire olores de primavera, y la Musa, sonriente, blanca y grácil, surgió y se apoyó en la mesa tosca, y paseó los ojos claros, en que se reflejaba la inmensidad de los cielos, por sobre las hojas recién impresas del libro abierto.

¿Qué has escrito? -le dijo.

Yo he hecho –contestó, y la voz le temblaba como la de un niño asustado y sorprendido- he escrito un libro de sátiras, un libro de burlas. No he sentido tu voz al escribirlo, y me han inspirado el Genio del odio y el Genio del ridículo, ambos me han dado flechas que me he divertido en clavar en las almas y en los cuerpos, y es divertido. Musa, tú eres seria y no comprendes estas diversiones; tú nunca te ríes; mira, las flechas al clavarse herían y los heridos hacían muecas risibles y contracciones dolorosas, y me he reído. Musa, ríe conmigo. Y el poeta satírico se reía al decir esas frases, a tiempo que una tristeza grave contraía los labios rosados y velaba los ojos profundos de la Musa.

¡Oh profanación! -murmuró ésta, paseando una mirada de lástima por el libro impreso y viendo el oro- ¡oh profanación!, ¿y para clavar esas flechas has empleado las formas sagradas, los versos que cantan y que ríen, los aleteos ágiles de las rimas, las músicas fascinadoras del ritmo? La vida es grave, el verso es noble, el arte es sagrado. Yo conozco tu obra. Has removido cieno y fango donde hay reptiles, reptiles de los que yo odio. Yo soy amiga de los pájaros, de los seres alados que cruzan el cielo y los inspiro cuando en las noches claras de julio dan serenatas a las estrellas desde las enramadas sombrías; pero odio a las serpientes y a los reptiles que nacen en los pantanos. ¿Por qué te ríes? ¿Por qué has convertido tus insultos en obra de arte? Tú podrías haber cantado la vida, el misterio profundo de la vida; la inquietud de los hombres cuando piensan en la muerte; las conquistas de hoy; la lucha de los buenos. ¿Por qué has visto las manchas de tus hermanos? ¿Por qué has contado sus debilidades?¿Por qué te has entretenido en clavar esas flechas, en herirlos, en agitar ese cieno, cuando la misión del poeta es besar las heridas y besar a los infelices en la frente, y dulcificar la vida con sus cantos, y abrirles, a los que yerran, las puertas de la Virtud y del Amor? ¿Por qué has seguido los consejos del odio? ¿Por qué has reducido tus ideas a la forma sagrada del verso, cuando los versos están hechos para cantar la bondad y el perdón, la belleza de las mujeres y el valor de los hombres? Y no me creas tímida. Yo he sido también la Musa inspiradora de las estrofas que azotan como látigos y de las estrofas que queman como hierros candentes. Yo soy la Musa Indignación que les dictó sus versos a Juvenal y al Dante. Yo canto las luchas de los pueblos, las caídas de los tiranos, las grandezas de los hombres libres..., pero no conozco los insultos ni el odio. Quédate ahí con tu Genio del odio y con tu Genio del ridículo.

Y la Musa grácil y blanca, la Musa de labios rosados, en cuyos ojos se reflejaba la inmensidad de los cielos, desapareció del aposento, llevándose con ella la luz diáfana de alborada de Mayo y los olores de primavera, y el poeta quedó solo, cerca de la mesa cubierta de hojas escritas, paseó una mirada de desencanto por el montón de oro y por las páginas de su libro satírico, y con la frente apoyada en las manos sollozó desesperadamente”.

Cualquier parecido de este poeta con Darío es mera coincidencia.


* Escritor autodidacta

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