martes, 20 de octubre de 2015

La raza de Cam.



22 de octubre de 2012
Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni
La raza de Cam
Manuel Aragón Buitrago | Opinión


En “La raza de Cam” de Darío, hay tres elementos constitutivos a debatir: el racismo, la esclavitud, y el derecho natural de un pueblo esclavizado a luchar por su libertad. En cuanto al racismo, ya Martí lo dijo claro: “Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad”.

Respecto a la esclavitud, ya en tiempos de Aristóteles (445-386 a. de C.) se debatía sobre su legalidad. Dice el estagirita: “Hay quienes pretenden que el poder del señor es contra naturaleza; que la ley es la que hace a los hombres libres o esclavos, no reconociendo la naturaleza ninguna diferencia entre ellos; y que la esclavitud es inicua, puesto que es obra de la violencia”

Cuenta Mark Twain: “En mis días de colegial no sentí prejuicio alguno contra la esclavitud, desde el púlpito nos enseñaban que Dios la aprobaba, que era algo sagrado, y quien dudase no tenía más que hojear la Biblia para esclarecer sus dudas”. En efecto, en el Evangelio de San Juan, 15.20, dice Jesucristo: “El siervo no es mayor que su señor”, y en la epístola a los Colosenses, 3.22, recomienda Paulo: “Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, con corazón sincero y temiendo a Dios”.

En el Prólogo a la obra de Franz Fanon “Los condenados de la tierra”, afirma Sartre: “El europeo no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos”. Dice Nietzsche: “El animal de rapiña, la magnífica bestia rubia, vagabundea codiciosa de botín, de cuando en cuando tiene que salir fuera, necesita desahogarse, tiene que retornar a la selva”. Darío asevera: “Cuando le mueve su pasión, su interés o su conveniencia, la civilización europea es más bárbara que los bárbaros”.

Debido a su incurable ambivalencia, no puede creerse que haya sinceridad en Darío, ya que al siguiente día siempre desdijo lo que había dicho el día anterior. En la “Raza de Cam”, desata un alud de invectivas contra los esclavizados, y se deshace en una catarata grandilocuente de elogios a favor de los esclavizadores...

Para dar una idea de lo dramático de la esclavitud, citaré dos cortos relatos de Mark Twain que quizá sensibilicen el corazón de las damas que aún aman a Darío: “Teníamos un pequeño esclavo que alguien de Hannibal nos cedió en alquiler. Era de carácter jovial, inocente, bondadoso, armaba más bulla que nadie. Se pasaba el día entero cantando, silbando, gritando, voceando, riéndose, en fin, lo volvía a uno loco. Un día me puse furioso, fui donde mi madre y le dije que Sandy se había pasado una hora cantando, que por favor lo mandara callar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, le temblaron los labios, y me dijo: <¡Pobre criatura! Si canta es porque no recuerda, y esto me consuela; pero cuando está callado, tengo miedo de que esté pensando, y eso no puedo soportarlo. No volverá a ver a su madre, si es capaz de cantar, no seré yo quien se lo prohíba, sino al contrario, se lo agradezco. Si tú fueses un poco mayor, comprenderías lo que te digo, y todo el ruido que hace ese niño, sin amigos, te llenaría de alegría >. Me lo dijo en un sentido muy llano, con palabras sencillas, pero me llegó al corazón, y ya no volvió a molestarme el alboroto que armaba Sandy”

En “Las aventuras de Huckleberry Finn”, Twain narra la dramática esperanza del negro Jim: “Jim hablaba en voz alta todo el tiempo, e iba diciendo que lo primero que haría al llegar a un Estado libre, sería ahorrar dinero, y que cuando hubiera ahorrado, compraría a su mujer, y que luego trabajarían los dos para comprar a sus dos hijos, y si el dueño se negase a venderlos, buscaría un abolicionista que los robara”.

El ser racista o esclavista, es moralmente reprochable, más aún en Darío que dijo: “Hemos de ser justos, hemos de ser buenos, hemos de embriagarnos de paz y de amor, y llevar el alma siempre a flor de labios y desnudo y limpio nuestro corazón”. Asegura Darío: “Triste don es el talento si nos sirve para atraernos el general desprecio o el odio”, y él mismo violó reiteradas veces su propio precepto.

* Escritor autodidacta

Tel. 2268-9093

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