22
de octubre de 2012
Managua, Nicaragua |
elnuevodiario.com.ni
La raza de Cam
Manuel
Aragón Buitrago | Opinión
En “La raza de
Cam” de Darío, hay tres elementos constitutivos a debatir: el racismo, la
esclavitud, y el derecho natural de un pueblo esclavizado a luchar por su
libertad. En cuanto al racismo, ya Martí lo dijo claro: “Todo lo que divide a
los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra
la humanidad”.
Respecto a la
esclavitud, ya en tiempos de Aristóteles (445-386 a. de C.) se debatía sobre su
legalidad. Dice el estagirita: “Hay quienes pretenden que el poder del señor es
contra naturaleza; que la ley es la que hace a los hombres libres o esclavos,
no reconociendo la naturaleza ninguna diferencia entre ellos; y que la
esclavitud es inicua, puesto que es obra de la violencia”
Cuenta Mark Twain:
“En mis días de colegial no sentí prejuicio alguno contra la esclavitud, desde
el púlpito nos enseñaban que Dios la aprobaba, que era algo sagrado, y quien
dudase no tenía más que hojear la Biblia para esclarecer sus dudas”. En efecto,
en el Evangelio de San Juan, 15.20, dice Jesucristo: “El siervo no es mayor que
su señor”, y en la epístola a los Colosenses, 3.22, recomienda Paulo: “Siervos,
obedeced en todo a vuestros amos terrenales, con corazón sincero y temiendo a
Dios”.
En el Prólogo a la
obra de Franz Fanon “Los condenados de la tierra”, afirma Sartre: “El europeo
no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos”. Dice
Nietzsche: “El animal de rapiña, la magnífica bestia rubia, vagabundea
codiciosa de botín, de cuando en cuando tiene que salir fuera, necesita
desahogarse, tiene que retornar a la selva”. Darío asevera: “Cuando le mueve su
pasión, su interés o su conveniencia, la civilización europea es más bárbara
que los bárbaros”.
Debido a su
incurable ambivalencia, no puede creerse que haya sinceridad en Darío, ya que al
siguiente día siempre desdijo lo que había dicho el día anterior. En la “Raza
de Cam”, desata un alud de invectivas contra los esclavizados, y se deshace en
una catarata grandilocuente de elogios a favor de los esclavizadores...
Para dar una idea
de lo dramático de la esclavitud, citaré dos cortos relatos de Mark Twain que
quizá sensibilicen el corazón de las damas que aún aman a Darío: “Teníamos un
pequeño esclavo que alguien de Hannibal nos cedió en alquiler. Era de carácter
jovial, inocente, bondadoso, armaba más bulla que nadie. Se pasaba el día
entero cantando, silbando, gritando, voceando, riéndose, en fin, lo volvía a
uno loco. Un día me puse furioso, fui donde mi madre y le dije que Sandy se
había pasado una hora cantando, que por favor lo mandara callar. Sus ojos se
llenaron de lágrimas, le temblaron los labios, y me dijo: <¡Pobre criatura!
Si canta es porque no recuerda, y esto me consuela; pero cuando está callado,
tengo miedo de que esté pensando, y eso no puedo soportarlo. No volverá a ver a
su madre, si es capaz de cantar, no seré yo quien se lo prohíba, sino al
contrario, se lo agradezco. Si tú fueses un poco mayor, comprenderías lo que te
digo, y todo el ruido que hace ese niño, sin amigos, te llenaría de alegría
>. Me lo dijo en un sentido muy llano, con palabras sencillas, pero me llegó
al corazón, y ya no volvió a molestarme el alboroto que armaba Sandy”
En “Las aventuras
de Huckleberry Finn”, Twain narra la dramática esperanza del negro Jim: “Jim
hablaba en voz alta todo el tiempo, e iba diciendo que lo primero que haría al
llegar a un Estado libre, sería ahorrar dinero, y que cuando hubiera ahorrado,
compraría a su mujer, y que luego trabajarían los dos para comprar a sus dos
hijos, y si el dueño se negase a venderlos, buscaría un abolicionista que los
robara”.
El ser racista o
esclavista, es moralmente reprochable, más aún en Darío que dijo: “Hemos de ser
justos, hemos de ser buenos, hemos de embriagarnos de paz y de amor, y llevar
el alma siempre a flor de labios y desnudo y limpio nuestro corazón”. Asegura
Darío: “Triste don es el talento si nos sirve para atraernos el general
desprecio o el odio”, y él mismo violó reiteradas veces su propio precepto.
* Escritor
autodidacta
Tel. 2268-9093
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