domingo, 11 de octubre de 2015

Dario confiesa no haber sido genio



31 de marzo de 2012
Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni

Darío confiesa no haber sido genio
“Darío le dio su espalda al destino que le sonrió y no sufrió más males de los que él mismo se propició. El nayarita Amado Nervo tiene razón al afirmar que cada quien es arquitecto de su propio destino”
Manuel Aragón Buitrago | Opinión


Todos los años durante las efemérides darianas, proliferan en los diarios artículos cuyos autores parecieran no pensar lo que dicen sin temor al antiguo legislador que llaman vulgo. Exhibiendo una pasión muy apasionada y craso desconocimiento, dicen cosas reñidas con la verdad. No los culpo, también yo pase por esa etapa, superada mediante exhaustivo estudio de la obra del poeta.

Este año dice uno de ellos: “Creo que Darío debió haber preferido haber nacido en París, en Madrid o Alemania, quizás otro destino le hubiera sonreído, talvez si hubiera sido europeo no hubiera sufrido tantas humillaciones, y el mundo lo hubiera reivindicado junto a Víctor Hugo y Paul Verlaine, que percibieron en él un genio que los eclipsaba en el universo de las letras”.

¡Cuánta desorbitada pasión para un pequeño párrafo! Darío le dio su espalda al destino que le sonrió y no sufrió más males de los que él mismo se propició. El nayarita Amado Nervo tiene razón al afirmar que cada quien es arquitecto de su propio destino. En cuanto a lo otro, ni Neruda nació en Santiago, ni Vallejo en Lima, ni Miguelito Hernández, el humilde pastor de ovejas de Orihuela, en Madrid.

José Enrique Rodo al hablar de Ambato, lugar de nacimiento de Juan Montalvo, el de las pepitas de oro en prosa, nos dice: “Habíale señalado el destino para cuna de uno de esos hombres que  ennoblecen el oscuro y apartado lugar donde vinieron al mundo”. Igual caso es el de Leonardo da Vinci que inmortalizó el humilde villorrio florentino de su nacimiento a la orilla del río Arno. El escritor pareciera ignorar que según Cervantes, “los montes crían letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos”.

Víctor Hugo jamás supo quién fue Darío y, cuando Darío quiso hablar con Verlaine, este estaba enbaquecido balbuceando incoherencias alcohólicas. Rubén más bien se valió del romanticismo huguesco para algunos de sus trabajos, lo admiró tanto que llegó a calificarlo de dios, “el dios Hugo” de Verlaine dice: “Aprendí el son de la siranga de Verlaine y el de sus clavicordios pompadour”. El genio crea, no imita. Genios fueron homero, Da Vinci, Miguel Ángel, Cervantes. “Soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que me sé decir sin ellos”, apunta Cervantes.

Darío fue ecléctico. En su artículo “Los colores del estandarte” (tomo IV, págs. 872/882, obras completas, Afrodísio Aguado) confiesa: “En Europa conocí a algunos de los llamados decadentes, elegí a los que me gustaron para mi alambique”. “Catulle Méndez fue mi verdadero iniciador”. “Paul Groussac con sus críticas teatrales del diario La Nación, fue quien me enseñó a escribir mal o bien, como hoy escribo. Es la verdad: delante de la autoridad magistral, delante de los espíritus superiores, soy modesto y respetuoso”. “A cada cual le aprendía lo que cuadraba a mi sed de  novedad y a mi delirio de arte los elementos que constituirían después de un medio de manifestación individual”, y termina contradictorio: “y el caso es que resulté original”. Original, dice el Larousse: “que pertenece a él, propio, único. Escritor original, que produce sus obras con espontaneidad”.

En Palabras Liminares de Prosas Profanas, dice Darío: “Yo no tengo literatura mía para marcar el rumbo de los demás: mi literatura es mía en mí; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal y, paje o esclavo, no podrá ocultar sello o librea.

Wagner, a Augusta Holmes, su discípula, dijo un día: lo primero no imitar a nadie y sobre todo a mí”. !Gran decir!”. Extraño consejo en labios de quien confiesa haber seguido los pasos de tantos escritores, llegando hasta decir: “el mejicano Díaz Mirón, a quien imitara en ciertos versos agregados en ediciones posteriores de Azul”.

En Historia de mis libros al hablar de Azul y Prosas Profanas, Darío es prolijo en confesar haberse valido de todas las escuelas literarias vigentes. “Seguir una escuela –dice José Ingenieros– es la manera infalible de no tener estilo personal”.

“Los darianos –afirma el argentino Raúl González Tuñón en su obra “La Literatura Resplandeciente”– han hecho mucho daño a Darío.
Por aclaración: genio, persona que tiene habilidad extraordinaria para realizar algo, que tiene capacidad, creatividad. Ser sobre- natural. Autosuficiente.

* Escritor autodidacta




9 de junio de 2012
Managua, Nicaragua | elnuevodiario.com.ni


Darío traiciona al doctor Rafael Zaldívar
Manuel Aragón Buitrago | Opinión
Como escritor aficionado, he hecho mío el juramento de Tolstoi de “no mentir hablando ni mentir callando”. Aquí, respecto a Darío, se le ha mentido demasiado al pueblo callando. “Se puede engañar a todo el pueblo durante algún tiempo. A una parte del pueblo se le puede engañar siempre, pero no se puede engañar siempre a todo el pueblo”. Así pensaba Abraham Lincoln.

En 1782, en la primavera de sus 15 años, llega Darío a El Salvador y relata: “Gobernaba este país el doctor Rafael Zaldívar, hombre culto, hábil, tiránico para unos, bienhechor para otros, y a quien, habiendo sido mi benefactor, y no siendo yo juez de historia en este mundo, no debo sino alabanzas y agradecimientos”.

“Cuando llegué al hotel, al poco rato, me dijeron que el director de Policía deseaba verme. Se me entregaron 500 pesos plata, obsequio del Presidente. Al día siguiente por la mañana, estaba yo rodeado de improbables poetas adolescentes, escritores en ciernes y aficionados a las musas. Ejercía de nabab. El esplendor duró hasta la tarde y llegó la noche”.

Cuando en 1885 el general Francisco Menéndez derrocara al doctor Zaldívar, “benefactor” de Darío, este se pasa al lado del general golpista y oigamos lo que dice de él: “Era Francisco Menéndez, presidente (de facto) de la República, al par que militar de mérito, conocido agricultor y hombre probo”. “La verdad que yo estaba satisfecho con mi conducta. Menéndez me nombró director del diario La Unión y estaba remunerado con liberalidad”.

Tal acción de Darío es duramente criticada por el cubano Alejo Carpentier en el Primer Congreso de Escritores y Artistas Cubanos celebrado en La Habana en 1961.

“De gente bien nacida es agradecer –dice Cervantes- los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud”.

“La ingratitud –sentencia Jonathan Swift- es un crimen capital. Aquel que paga con maldad a su bienhechor ha de ser necesariamente un enemigo común del resto de la humanidad que no le ha hecho beneficio alguno, y, por tanto, tal hombre no es a propósito para esta vida. La traición comienza en el corazón antes de manifestarse en actos descubiertos”.

El calificativo de “probo” que da Darío a Menéndez me ha motivado a consultar el diccionario, y este me da un sinnúmero de acepciones que contradicen la conducta del general: “Cabal, claro, cumplidor, decente, delicado, digno, estimable, ecuánime, honesto, intachable, honrado, recto”. Pareciera que “el Príncipe de las Letras Castellanas” no dominaba en ese entonces muy bien el castellano.

Unamuno, con la dureza que le caracterizaba, expresó: “Porque puede uno tener un gran talento, lo que llamamos un gran talento, y ser un estúpido del sentimiento y hasta un imbécil moral. Un escritor no puede ser tan grande teniendo defectos morales, y sobre todo muy graves”.
El pudor lo define Aristóteles como “cierto temor a sufrir un desprestigio”. Cualquier hábito del alma –dice- puede orientar su naturaleza con arreglo a aquellas cosas que pueden ennoblecerla o degradarla”.

A lo largo de sus escritos se descubre que Darío no conoció el pudor. Si el poeta fue un hombre sin moral, no deseo juzgarlo yo, este juicio se lo remito al lector, pero, todos y cada uno de nosotros debe tener conciencia de que nuestros actos son producidos por nuestra voluntad.

En la introducción a las Obras Completas de Darío editadas por Afrodisio Aguado en Madrid, España, dice el editor: “Rubén era ya entonces lo que continuó siendo toda su vida, dado a amoríos y al alcohol, impetuoso y bravucón, inconstante y pendenciero, aunque con un corazón de niño irresponsable”.

Moraleja. “Si recoges a un perro moribundo y lo haces feliz, no te morderá. Esta es la diferencia principal que hay entre un hombre y un perro”. Mark Twain.


* Escritor autodidacta

Tel. 2268-9093

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