31
de marzo de 2012
Managua, Nicaragua
| elnuevodiario.com.ni
Darío confiesa no haber
sido genio
“Darío le dio su
espalda al destino que le sonrió y no sufrió más males de los que él mismo se
propició. El nayarita Amado Nervo tiene razón al afirmar que cada quien es
arquitecto de su propio destino”
Manuel
Aragón Buitrago | Opinión
Todos los años
durante las efemérides darianas, proliferan en los diarios artículos cuyos
autores parecieran no pensar lo que dicen sin temor al antiguo legislador que llaman
vulgo. Exhibiendo una pasión muy apasionada y craso desconocimiento, dicen
cosas reñidas con la verdad. No los culpo, también yo pase por esa etapa,
superada mediante exhaustivo estudio de la obra del poeta.
Este año dice uno
de ellos: “Creo que Darío debió haber preferido haber nacido en París, en
Madrid o Alemania, quizás otro destino le hubiera sonreído, talvez si hubiera
sido europeo no hubiera sufrido tantas humillaciones, y el mundo lo hubiera
reivindicado junto a Víctor Hugo y Paul Verlaine, que percibieron en él un
genio que los eclipsaba en el universo de las letras”.
¡Cuánta
desorbitada pasión para un pequeño párrafo! Darío le dio su espalda al destino
que le sonrió y no sufrió más males de los que él mismo se propició. El
nayarita Amado Nervo tiene razón al afirmar que cada quien es arquitecto de su
propio destino. En cuanto a lo otro, ni Neruda nació en Santiago, ni Vallejo en
Lima, ni Miguelito Hernández, el humilde pastor de ovejas de Orihuela, en
Madrid.
José Enrique Rodo
al hablar de Ambato, lugar de nacimiento de Juan Montalvo, el de las pepitas de
oro en prosa, nos dice: “Habíale señalado el destino para cuna de uno de esos
hombres que ennoblecen el oscuro y apartado lugar donde vinieron al
mundo”. Igual caso es el de Leonardo da Vinci que inmortalizó el humilde
villorrio florentino de su nacimiento a la orilla del río Arno. El escritor
pareciera ignorar que según Cervantes, “los montes crían letrados y las cabañas
de los pastores encierran filósofos”.
Víctor Hugo jamás
supo quién fue Darío y, cuando Darío quiso hablar con Verlaine, este estaba
enbaquecido balbuceando incoherencias alcohólicas. Rubén más bien se valió del
romanticismo huguesco para algunos de sus trabajos, lo admiró tanto que llegó a
calificarlo de dios, “el dios Hugo” de Verlaine dice: “Aprendí el son de la
siranga de Verlaine y el de sus clavicordios pompadour”. El genio crea, no
imita. Genios fueron homero, Da Vinci, Miguel Ángel, Cervantes. “Soy poltrón y
perezoso de andarme buscando autores que digan lo que me sé decir sin ellos”,
apunta Cervantes.
Darío fue
ecléctico. En su artículo “Los colores del estandarte” (tomo IV, págs. 872/882,
obras completas, Afrodísio Aguado) confiesa: “En Europa conocí a algunos de los
llamados decadentes, elegí a los que me gustaron para mi alambique”. “Catulle
Méndez fue mi verdadero iniciador”. “Paul Groussac con sus críticas teatrales
del diario La Nación, fue quien me enseñó a escribir mal o bien, como hoy
escribo. Es la verdad: delante de la autoridad magistral, delante de los espíritus
superiores, soy modesto y respetuoso”. “A cada cual le aprendía lo que cuadraba
a mi sed de novedad y a mi delirio de arte los elementos que
constituirían después de un medio de manifestación individual”, y termina
contradictorio: “y el caso es que resulté original”. Original, dice el
Larousse: “que pertenece a él, propio, único. Escritor original, que produce
sus obras con espontaneidad”.
En Palabras Liminares
de Prosas Profanas, dice Darío: “Yo no tengo literatura mía para marcar el
rumbo de los demás: mi literatura es mía en mí; quien siga servilmente mis
huellas perderá su tesoro personal y, paje o esclavo, no podrá ocultar sello o
librea.
Wagner, a Augusta
Holmes, su discípula, dijo un día: lo primero no imitar a nadie y sobre todo a
mí”. !Gran decir!”. Extraño consejo en labios de quien confiesa haber seguido
los pasos de tantos escritores, llegando hasta decir: “el mejicano Díaz Mirón,
a quien imitara en ciertos versos agregados en ediciones posteriores de Azul”.
En Historia de mis
libros al hablar de Azul y Prosas Profanas, Darío es prolijo en confesar
haberse valido de todas las escuelas literarias vigentes. “Seguir una escuela
–dice José Ingenieros– es la manera infalible de no tener estilo personal”.
“Los darianos
–afirma el argentino Raúl González Tuñón en su obra “La Literatura Resplandeciente”–
han hecho mucho daño a Darío.
Por aclaración: genio, persona que tiene habilidad extraordinaria para realizar algo, que tiene capacidad, creatividad. Ser sobre- natural. Autosuficiente.
Por aclaración: genio, persona que tiene habilidad extraordinaria para realizar algo, que tiene capacidad, creatividad. Ser sobre- natural. Autosuficiente.
* Escritor autodidacta
9
de junio de 2012
Managua, Nicaragua
| elnuevodiario.com.ni
Darío traiciona al doctor
Rafael Zaldívar
Manuel
Aragón Buitrago | Opinión
Como escritor
aficionado, he hecho mío el juramento de Tolstoi de “no mentir hablando ni
mentir callando”. Aquí, respecto a Darío, se le ha mentido demasiado al pueblo
callando. “Se puede engañar a todo el pueblo durante algún tiempo. A una parte
del pueblo se le puede engañar siempre, pero no se puede engañar siempre a todo
el pueblo”. Así pensaba Abraham Lincoln.
En 1782, en la
primavera de sus 15 años, llega Darío a El Salvador y relata: “Gobernaba este
país el doctor Rafael Zaldívar, hombre culto, hábil, tiránico para unos,
bienhechor para otros, y a quien, habiendo sido mi benefactor, y no siendo yo
juez de historia en este mundo, no debo sino alabanzas y agradecimientos”.
“Cuando llegué al
hotel, al poco rato, me dijeron que el director de Policía deseaba verme. Se me
entregaron 500 pesos plata, obsequio del Presidente. Al día siguiente por la
mañana, estaba yo rodeado de improbables poetas adolescentes, escritores en
ciernes y aficionados a las musas. Ejercía de nabab. El esplendor duró hasta la
tarde y llegó la noche”.
Cuando en 1885 el
general Francisco Menéndez derrocara al doctor Zaldívar, “benefactor” de Darío,
este se pasa al lado del general golpista y oigamos lo que dice de él: “Era
Francisco Menéndez, presidente (de facto) de la República, al par que militar
de mérito, conocido agricultor y hombre probo”. “La verdad que yo estaba
satisfecho con mi conducta. Menéndez me nombró director del diario La Unión y
estaba remunerado con liberalidad”.
Tal acción de
Darío es duramente criticada por el cubano Alejo Carpentier en el Primer
Congreso de Escritores y Artistas Cubanos celebrado en La Habana en 1961.
“De gente bien
nacida es agradecer –dice Cervantes- los beneficios que reciben, y uno de los
pecados que más a Dios ofende es la ingratitud”.
“La ingratitud
–sentencia Jonathan Swift- es un crimen capital. Aquel que paga con maldad a su
bienhechor ha de ser necesariamente un enemigo común del resto de la humanidad
que no le ha hecho beneficio alguno, y, por tanto, tal hombre no es a propósito
para esta vida. La traición comienza en el corazón antes de manifestarse en
actos descubiertos”.
El calificativo de
“probo” que da Darío a Menéndez me ha motivado a consultar el diccionario, y
este me da un sinnúmero de acepciones que contradicen la conducta del general:
“Cabal, claro, cumplidor, decente, delicado, digno, estimable, ecuánime,
honesto, intachable, honrado, recto”. Pareciera que “el Príncipe de las Letras
Castellanas” no dominaba en ese entonces muy bien el castellano.
Unamuno, con la
dureza que le caracterizaba, expresó: “Porque puede uno tener un gran talento,
lo que llamamos un gran talento, y ser un estúpido del sentimiento y hasta un
imbécil moral. Un escritor no puede ser tan grande teniendo defectos morales, y
sobre todo muy graves”.
El pudor lo define
Aristóteles como “cierto temor a sufrir un desprestigio”. Cualquier hábito del
alma –dice- puede orientar su naturaleza con arreglo a aquellas cosas que
pueden ennoblecerla o degradarla”.
A lo largo de sus
escritos se descubre que Darío no conoció el pudor. Si el poeta fue un hombre
sin moral, no deseo juzgarlo yo, este juicio se lo remito al lector, pero,
todos y cada uno de nosotros debe tener conciencia de que nuestros actos son
producidos por nuestra voluntad.
En la introducción
a las Obras Completas de Darío editadas por Afrodisio Aguado en Madrid, España,
dice el editor: “Rubén era ya entonces lo que continuó siendo toda su vida,
dado a amoríos y al alcohol, impetuoso y bravucón, inconstante y pendenciero,
aunque con un corazón de niño irresponsable”.
Moraleja. “Si
recoges a un perro moribundo y lo haces feliz, no te morderá. Esta es la
diferencia principal que hay entre un hombre y un perro”. Mark Twain.
* Escritor
autodidacta
Tel. 2268-9093
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Favor evitar comentarios con palabras inapropiadas