4
de agosto de 2012
Managua, Nicaragua
| elnuevodiario.com.ni
Algo más sobre “Salutación
al águila”
Manuel
Aragón Buitrago | Opinión
La actitud del
doctor Jorge Eduardo Arellano es ejemplar, al siguiente día de mi conferencia
dictada en el TNRD, el 09.07.12, me llamó para felicitarme, obsequiándome
además dos valiosos libros que han venido a robustecer mis conocimientos
darianos. La afectuosa dedicatoria en uno de ellos, manifiesta en él ser
permeable a la razón. “Solamente el mediocre no reconoce el talento de los
otros”, sentencia el naturalista francés Claudio Gay Mouret.
Cuando en 1906
Darío compone su “Salutación al Águila”, ya el 15 de marzo de 1892 había
escrito en El Heraldo de Costa Rica, lo siguiente:
“Por el lado del
Norte está el peligro. Por el lado del Norte es por donde anida el águila
hostil. Desconfiemos, hermanos de América, desconfiemos de esos hombres de ojos
azules, que no nos hablan sino cuando tienen la trampa puesta. El país
monstruoso y babilónico no nos quiere bien. Si es que un día, en fiestas y
pompas nos panamericaniza y nos banquetea, ello tiene por causa un estupendo
humburg. El tío Samuel es el padre legítimo de Barnum (animador y empresario de
circo norteamericano). “América para los americanos” no reza con nosotros.
América es para el hombre de la larga pera, del chaleco estrellado y de los
pantalones a rayas. Si Whittier canta el amor mutuo en el mundo nuevo, Blaine
entre tanto, dora los azulejos. Mas las dos razas jamás confraternizarán.
Ellos, los hijos de los puritanos, los retoños del grande árbol británico, nos
desdeñan en nombre del bifteack. La raza latina es para ellos, absolutamente
nula. Musculosos, pesados, férreos, con sus rostros purpúreos, hacen vibrar
sobre nuestras cabezas su slang ladrante y duro; aunque en cambio, miss
Jonatham gusta de los hombres ardientes de ojos negros”
De la bandera
admirada por Darío, dejemos que nos la describa Mark Twain (1835-1910),
considerado por mí, por su incisivo sarcasmo, el Rabelais norteamericano.
Oigámosle:
“Podemos tener una
bandera especial, como la tienen nuestros Estados: podemos pintar de negro las
bandas blancas de nuestra bandera corriente y sustituir las estrellas por la
calavera y las tibias cruzadas. Hemos invitado a nuestros nobles jóvenes a que
se echen al hombro un mosquetón desacreditado y a dedicarse al bandidaje bajo
los pliegues de una bandera que los bandidos estaban acostumbrados a temer, no
a seguir; hemos mancillado el honor de los Estados Unidos y afrentado su rostro
ante el mundo”.
Sé que lo que
escribo, lo que aclaro es duro para los darianos a ultranza, les golpea, les
ofende, y ante la impotencia de desmentirme se llenan de ira. ¿Por qué no
dijeron ellos antes al pueblo lo que yo estoy diciendo ahora? Algunos callan
cautamente, pocos se atreven a saltar a la palestra con sus viejos argumentos
oxidados. Sus exageradas alabanzas a Darío han desfigurado al poeta, por eso él
dejó escrito:
“Cuando el maestro
muere, siempre la biografía es escrita por Judas. Brota la inevitable falange
de anecdotistas, de personas que le conocieron íntimamente, aunque apenas hayan
oído de sus labios una sola palabra, y el pobre e ilustre difunto queda horriblemente
amasado, deformado, profanado por las torpes manos”. Eso es precisamente lo que
nuestros darianos han hecho con él. El argentino Raúl González Tuñón tiene toda
la razón al decir que los darianos “le han hecho mucho daño a Darío”.
“Si los perros ladran
querido Sancho –dice don Quijote a su escudero –es porque vamos cabalgando”. Yo
seguiré cabalgando, el Príncipe Darío ordena: “al que ilustremente delinque,
ilustremente se le condene”. Hay que obedecerle
* Escritor
autodidacta
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