LA AMBIGÜEDAD EN RUBÉN DARÍO
Manuel Aragón Buitrago
“El primero de los historiadores de Nicaragua es
Jerónimo Pérez, pero es inculto; escribe en una lengua casi bárbara, pretende a
veces intercalar versos en sus narraciones; no como Plutarco, ajenos, sino
propios y absolutamente detestables” Rubén Darío. Artículo “Rojo y negro” de su
libro “Polémica”.
“Los libros de historia política y biografía que
dejó Jerónimo Pérez, deben ser aplaudidos; Pérez era observador atento. Legó
materiales que más tarde pueden ser aprovechados” artículo “Prólogo para
historia de 3 años”; de su libro “Crónica política”.
“Si un hombre tiene mente confusa escribirá de un
modo confuso” William Somerset. “La luna y seis peniques”.
“Las conciencias infelices se enredan en sus contradicciones”.
Jean – Paul Sartré. Premio nóbel 1964 – Prólogo a “Los condenados de la tierra”
de Franz Fanón.
“El sabio es firme como el sol, el necio cambiante
cómo la luna”. Eclesiasté.
En más de medio siglo que llevo trajinando por los
vericuetos del mundo de las ideas, no me he encontrado con un viandante más
paradójico, más proteico, que Darío. Es un escritor en el cual no puede uno
confiarse, ya qué, a vuelta de página se contradice. Este género de escritores
los define muy bien Jaime Balmes en su obra “El Criterio”: “Hoy ensalzan lo que
mañana maldicen; es para ellos un dogma inconcuso lo qué mañana es miserable
preocupación. En una misma obra se contradicen de una manera chocante”.
Las opiniones vertidas por Darío
sobre Jerónimo Pérez me han obligado a revisar su obra, no encontrando en ella
nada de censurable, sino más bien que lamentar que tan preciosas enseñanzas
históricas tan hermosamente expuestas, hayan sido defenestradas de la educación
pública por ignorantes apátridas ministros del ramo de la enseñanza.
“Pretende a veces intercalar versos en sus narraciones…
versos absolutamente detestables”. Aquí el Príncipe de las letras castellanas
hace mal uso del castellano pretender es intentar hacer algo y Pérez no
pretende, realiza. Su único verso que he encontrado es su oda de bienvenida al
Sol del año 1855: “Es el sol que brillante y despejado, un año nuevo empieza en
su carrera; año en que el mundo su bonanza espera, para olvidar los males del
pasado”. “sube pues, oh magnífica lumbrera, por ese inmenso y dilatado espacio,
reflejando tus rayos de topacio, en el brillante azul de nuestra esfera”.
“sube, y en el límpido y claro firmamento; no haya una nube que tu faz empañe,
tu luz dorada el hemisferio bañe vida anunciando, paz y movimiento”. Su odisea
consta de seis cuartetos, pero con estos tres bastan para demostrar no hay en
ellos nada detestable. Su prosa de despedida al año 1854 es esquiliana: Adiós,
año 54 con todas tus desgracias; tu
desolación y exterminio, anda a ocupar tristemente el lugar que te cabe en el
seno de la eternidad, adiós. Yo te confieso que sin pesadumbre alguna me
despido ti, y que antes bien ansiaba tu salida por lo fatal que has sido a la
ventura de mi país; ventura que, si bien no puedo prometerme de tu sucesor, al
menos nos vendrá éste a enjugar tantos ojos que lloran y a aquietar tantos
corazones que palpitan; o cuando no, no hará verter tantas lagrimas como hasta
ahora se han vertido”. Es esto
suficiente para certificar que Pérez ni es inculto, ni hace uso de una lengua
casi bárbara como afirma Darío.
“Para conocer la calidad del vino-
dice Oscar Wilde- ; no es necesario beberse todo el tonel”.
Así como el cubano José Martí y el
Uruguayo José Enrique Rodó dedicaron sus obras a la juventud de América, con
igual amor Pérez dedicó la suya a la juventud de su patria: “Bella juventud,
esperanza de mi patria, objeto de mi predilección; yo os dedico esta obrita,
que, aunque mal escrita, debéis leerla fijándoos en los acontecimientos y no en
su estilo. Aceptadla, y si os fuese provechosa, quedarán todas mis esperanzas
satisfechas”.
Su biógrafo dice de él: “Es el
sembrador que tira la semilla en el campo exuberante y virgen de la juventud.”
18.08.16
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