EL ANTICRISTO ALEMAN
MANUEL ARAGÓN BUITRAGO
Darío en
su crítica a algunos clásicos no meditaba lo que decía, igual que “La Locura”
de Erasmo de Rotterdam, “decía lo que le llegaba a la boca”. Oigámosle en su
crítica a Nietzsche: “El último,
verdadero y peligroso enemigo de toda creencia en el pensamiento contemporáneo,
ha sido el anticristo alemán, que fue empujado por una espada de fuego hasta el
manicomio”.
Nietzsche,
más sensato que Darío, reconocía: “El
filósofo advierte un vínculo entre salud y filosofía y si él mismo enfermara,
se introduciría en la enfermedad con toda su curiosidad científica. Son
abundantes los pensadores enfermos en las historias de la filosofía”.
Darío no
estaba solo en su procaz crítica, escuchemos a Miguel de Unamuno: “La grosera y blasfema escuela de Nietzsche
en favor del superhombre y contra el supuesto ideal cristiano de una humanidad
rebajada”. El jesuita teólogo-filósofo Francisco Suárez, eructa: “Incluimos en este nivel inferior la
mística en torno al “superhombre” de Nietzsche, ese pobre desequilibrado muerto
tras un par de años de demencia aguda, porque
no llega a ser humano, aquello en que la sangre ahoga el espíritu”.
Nietzsche
replica: “Cuantos se las dan de sabios,
sus sentencias me hacen tiritar de frío: en su sabiduría hay a menudo un olor a
ciénega, y en verdad, yo he oído croar en ella a las ranas”.
Sus
críticos, cegados por el odio, no entendieron a Nietzsche. El editor de su obra
“Ecce Homo”, nos da una interpretación más aceptable del superhombre nietzscheano: “El superhombre, otra de las ideas
fundamentales de su doctrina tan tergiversada como la voluntad de poder, no es
un superman de ficción, sino, la afirmación del hombre como el ideal alcanzable
desde el hombre, cuya superación no es más que el desarrollo progresivo de sus
cualidades. Es una esperanzada pretensión utópica como afirmación de la
individualidad frente al temor de una masificación creciente y amorfa”.
Nietzsche
ha influido en grandes clásicos, José Ingenieros dice de él: “Sus más hermosas páginas son un código de
moral anti mediocre, una exaltación de cualidades inconciliables con la
disciplina social”.
Vuelta de
tuerca de Darío: “Fue el espíritu de
Nietzsche gemelo del de Goethe, véase en él una idéntica compresión del arte,
un poder enciclopédico, el apego especial a ciertos estudios como el de la
filología. Artista, pensador, pedagogo, filósofo, la universalidad de su vuelo
no aminoraba el impulso de sus alas: es innegable que era un alma de elección,
un solitario, un estilista, un raro. No tuvo la serenidad apolínea de Goethe:
el cordaje de sus nervios vibraba demasiado intensamente al soplo de las ideas,
de modo que un día hubo de llegar en que ese cordaje estalló como el de una
lira demasiado templada, y el cerebro, frágil como un cristal, crujió entre los
ásperos dedos de la alienación”.
El
filósofo de Vich, Jaime Balmes, en su obra “El criterio”, describe plenamente a
los escritores duales como Darío: “Hay
errores de tanto bulto, hay juicios que llevan tan manifiesto sello de la
pasión, que no alucinan a quien no está cegado por ella. Desgraciadamente,
hombres de elevado talento adolecen a menudo del efecto que estamos censurando.
Dotados por una sensibilidad exquisita, reciben impresiones muy vivas, que
ejercen grande influencia sobre el curso de sus ideas y deciden sus opiniones.
Su entendimiento penetrante encuentra fácilmente razones en apoyo de lo que se
proponen defender, y sus palabras y escritos arrastran a los demás con ascendiente
fascinador. Esta será, sin duda, la causa de su volubilidad que se nota en
hombres de genio reconocido; hoy ensalzan lo que mañana maldicen; es para ellos
un dogma inconcuso lo que mañana es miserable preocupación. En una misma obra
se contradicen de una manera chocante, y os conducen a consecuencias que jamás
hubierais sospechado fueran conciliables con sus principios. Los poetas, los
verdaderos poetas, es decir, aquellos hombres a quienes ha otorgado el Creador
elevada concepción, fantasía creadora y corazón de fuego, están más expuestos que los demás a dejarse llevar por
las impresiones del momento. No les negaré la facultad de elevarse a las más
altas regiones del pensamiento, ni diré que les sea imposible moderar el vuelo
de su ingenio y adquirir el hábito de juzgar con acierto y tino; pero, a no
dudarlo, habrán menester más caudal de reflexión y mayor fuerza de carácter que
el común de los hombres”.
Escritor
y poeta.
05.12.2015
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