sábado, 9 de enero de 2016

EL ANTICRISTO ALEMAN


EL ANTICRISTO ALEMAN


MANUEL ARAGÓN BUITRAGO

Darío en su crítica a algunos clásicos no meditaba lo que decía, igual que “La Locura” de Erasmo de Rotterdam, “decía lo que le llegaba a la boca”. Oigámosle en su crítica a Nietzsche: “El último, verdadero y peligroso enemigo de toda creencia en el pensamiento contemporáneo, ha sido el anticristo alemán, que fue empujado por una espada de fuego hasta el manicomio”.
Nietzsche, más sensato que Darío, reconocía: “El filósofo advierte un vínculo entre salud y filosofía y si él mismo enfermara, se introduciría en la enfermedad con toda su curiosidad científica. Son abundantes los pensadores enfermos en las historias de la filosofía”.
Darío no estaba solo en su procaz crítica, escuchemos a Miguel de Unamuno: “La grosera y blasfema escuela de Nietzsche en favor del superhombre y contra el supuesto ideal cristiano de una humanidad rebajada”. El jesuita teólogo-filósofo Francisco Suárez, eructa: “Incluimos en este nivel inferior la mística en torno al “superhombre” de Nietzsche, ese pobre desequilibrado muerto tras un par de años de demencia aguda, porque  no llega a ser humano, aquello en que la sangre ahoga el espíritu”.
Nietzsche replica: “Cuantos se las dan de sabios, sus sentencias me hacen tiritar de frío: en su sabiduría hay a menudo un olor a ciénega, y en verdad, yo he oído croar en ella a las ranas”.
Sus críticos, cegados por el odio, no entendieron a Nietzsche. El editor de su obra “Ecce Homo”, nos da una interpretación más aceptable del superhombre nietzscheano: “El superhombre, otra de las ideas fundamentales de su doctrina tan tergiversada como la voluntad de poder, no es un superman de ficción, sino, la afirmación del hombre como el ideal alcanzable desde el hombre, cuya superación no es más que el desarrollo progresivo de sus cualidades. Es una esperanzada pretensión utópica como afirmación de la individualidad frente al temor de una masificación creciente y amorfa”.
Nietzsche ha influido en grandes clásicos, José Ingenieros dice de él: “Sus más hermosas páginas son un código de moral anti mediocre, una exaltación de cualidades inconciliables con la disciplina social”.
Vuelta de tuerca de Darío: “Fue el espíritu de Nietzsche gemelo del de Goethe, véase en él una idéntica compresión del arte, un poder enciclopédico, el apego especial a ciertos estudios como el de la filología. Artista, pensador, pedagogo, filósofo, la universalidad de su vuelo no aminoraba el impulso de sus alas: es innegable que era un alma de elección, un solitario, un estilista, un raro. No tuvo la serenidad apolínea de Goethe: el cordaje de sus nervios vibraba demasiado intensamente al soplo de las ideas, de modo que un día hubo de llegar en que ese cordaje estalló como el de una lira demasiado templada, y el cerebro, frágil como un cristal, crujió entre los ásperos dedos de la alienación”.
El filósofo de Vich, Jaime Balmes, en su obra “El criterio”, describe plenamente a los escritores duales como Darío: “Hay errores de tanto bulto, hay juicios que llevan tan manifiesto sello de la pasión, que no alucinan a quien no está cegado por ella. Desgraciadamente, hombres de elevado talento adolecen a menudo del efecto que estamos censurando. Dotados por una sensibilidad exquisita, reciben impresiones muy vivas, que ejercen grande influencia sobre el curso de sus ideas y deciden sus opiniones. Su entendimiento penetrante encuentra fácilmente razones en apoyo de lo que se proponen defender, y sus palabras y escritos arrastran a los demás con ascendiente fascinador. Esta será, sin duda, la causa de su volubilidad que se nota en hombres de genio reconocido; hoy ensalzan lo que mañana maldicen; es para ellos un dogma inconcuso lo que mañana es miserable preocupación. En una misma obra se contradicen de una manera chocante, y os conducen a consecuencias que jamás hubierais sospechado fueran conciliables con sus principios. Los poetas, los verdaderos poetas, es decir, aquellos hombres a quienes ha otorgado el Creador elevada concepción, fantasía creadora y corazón de fuego, están más  expuestos que los demás a dejarse llevar por las impresiones del momento. No les negaré la facultad de elevarse a las más altas regiones del pensamiento, ni diré que les sea imposible moderar el vuelo de su ingenio y adquirir el hábito de juzgar con acierto y tino; pero, a no dudarlo, habrán menester más caudal de reflexión y mayor fuerza de carácter que el común de los hombres”.
Escritor y poeta.

05.12.2015

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