miércoles, 10 de febrero de 2016



UN MANIFIESTO

Manuel Aragón Buitrago

Cuando en 1896 pidieron a Darío en Buenos Aires un manifiesto, declara en “Palabras liminares” de “Prosas profanas”: “Después de Azul, después de “Los raros”, voces insinuantes, buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia subterránea - todo bella cosecha - , solicitaron lo que, en conciencia, no he creído fructuoso ni oportuno: un manifiesto. a) Por la absoluta falta de elevación mental de la mayoría pensante de nuestro continente. b) Porque la obra colectiva de los nuevos de América es aún vana, estando muchos de los mejores talentos en el limbo de un completo desconocimiento del mismo arte a que se consagran”.
Estas declaraciones no pueden tomarse como exabrupto de juventud, tenía ya la madurez de sus 29 años, su vigor intelectual era ya de indiscutible solidez. Para entonces, América había ya generado una pléyade de intelectuales dignos de augusto respeto. Venezuela: Andrés Bello, creador de la primera gramática del español americano; le dio a Chile su Código Civil y le fundó su Universidad de la que fue su Rector; Cuba: José Martí, político, diplomático, escritor, filósofo, políglota, historiador, cuya obra poética y periodística es ingente. Darío le llamó maestro; Perú: Ricardo Palma, autor de “Tradiciones peruanas”; Ecuador: Juan Montalvo, Darío lo calificó “poderoso caballero del estilo”; Chile: Francisco Bilbao, perseguido por su socialismo. Murió desterrado; Uruguay: Juan Zorrilla de San Martín, padre de la preciosa novela “Tabaré”, y José Enrique Rodó, ilustre profesor americanista de elocuencia isocrática; Argentina: José Hernández, artífice genial de “El gaucho Martín Fierro”, México: Manuel Gutiérrez Nájera, precursor de la poesía romántica modernista, y Juan de Dios Pesa que no necesita más carta de presentación que su nombre; Bolivia: Ricardo Jaimes Freyre, uno de los maestros de la escuela modernista. Las obras de estos nuevos de América no valían un ardite para Don Rubén, ya que tuvieron la modestia de no hacer, como él, uso de una retórica pirotécnica para elevarse al pedestal de la fama. Es lamentable que los dislates del poeta los celebren, aplaudan o traten de ignorarlos los devotos del panida, calificados de ignorantes por un prominente dariísta nacional.
En el Prefacio de “Cantos de Vida y Esperanza” (1905), Darío se vanagloria: “El movimiento de libertad que me tocó iniciar en América se propagó hasta España, y tanto aquí como allá el triunfo está logrado”. Ya otros lo habían hecho sin endilgarse piropos jactanciosos.
La literatura tiene sus leyes éticas, estéticas y dianoéticas que la rigen. Las encontramos en los escritores que la han embellecido y que no han manchado la lengua “que escribieron Cervantes y Calderones”. “La alabanza propia envilece. No hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo”, señala Cervantes. Escuchemos al respecto los letales dardos de José Martí: “Cuando hablo de literatura, no trato de alardear de imaginación ni de literatura mía, sino de dar cuenta fiel de las producciones ajenas”. “Las cosas buenas se deben hacer sin llamar al universo para que lo vean a uno pasar”. “Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores”. “El mayor  de todos los peligros para el hombre, es el empleo total de su vida en el culto ciego y exclusivo de sí mismo”.
Darío fue siempre proclive al narcisismo. Era además costumbre prodigarse loas entre los letrados, práctica desdorante que Darío llamó “la SEM”, “Sociedad de Elogios Mutuos”. Antonio Machado lo llamó a él “Capitán”, Juan Ramón Jiménez, “Rey siempre”. “Salvador Rueda – dice Darío-, me alababa, no tanto como yo a él”.
Jesucristo sentenció: “Cualquiera que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado”. “Aristóteles manifiesta: “Quienes son disimulados y hablan de sí mismos disminuyendo lo que son, como lo hacía Sócrates, suelen suscitar mayor aceptación, porque no parece les moviera obtener algún beneficio por lo que dicen”. El filósofo chino Lao –Tse, advierte: “Quien se disminuye crecerá; quien se aumenta disminuirá”. “Quien ama demasiado el renombre debe pagarlo muy caro”. “La grandeza tiene por raíz la humildad”. “Hemos de matar en los gigantes a la soberbia”, dijo a su escudero el  caballero de la Triste Figura.
Consejo Socrático: “Es bello y hasta necesario celebrar lo que hay de bueno y sano en cada temperamento, y al contrario, no sólo es vergonzoso complacerse con lo que hay de malo, sino que es preciso hasta combatirlo”.

Escritor y poeta
Telf. 2268-9093

15.01.16

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