UN MANIFIESTO
Manuel Aragón Buitrago
Cuando en 1896 pidieron a Darío en Buenos Aires
un manifiesto, declara en “Palabras liminares” de “Prosas profanas”: “Después de Azul, después de “Los raros”,
voces insinuantes, buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia
subterránea - todo bella cosecha - , solicitaron lo que, en conciencia, no he creído
fructuoso ni oportuno: un manifiesto. a) Por la absoluta falta de elevación
mental de la mayoría pensante de nuestro continente. b) Porque la obra
colectiva de los nuevos de América es aún vana, estando muchos de los mejores
talentos en el limbo de un completo desconocimiento del mismo arte a que se
consagran”.
Estas declaraciones no pueden tomarse como
exabrupto de juventud, tenía ya la madurez de sus 29 años, su vigor intelectual
era ya de indiscutible solidez. Para entonces, América había ya generado una
pléyade de intelectuales dignos de augusto respeto. Venezuela: Andrés Bello,
creador de la primera gramática del español americano; le dio a Chile su Código
Civil y le fundó su Universidad de la que fue su Rector; Cuba: José Martí,
político, diplomático, escritor, filósofo, políglota, historiador, cuya obra poética
y periodística es ingente. Darío le llamó maestro; Perú: Ricardo Palma, autor
de “Tradiciones peruanas”; Ecuador: Juan Montalvo, Darío lo calificó “poderoso caballero del estilo”; Chile:
Francisco Bilbao, perseguido por su socialismo. Murió desterrado; Uruguay: Juan
Zorrilla de San Martín, padre de la preciosa novela “Tabaré”, y José Enrique
Rodó, ilustre profesor americanista de elocuencia isocrática; Argentina: José
Hernández, artífice genial de “El gaucho Martín Fierro”, México: Manuel
Gutiérrez Nájera, precursor de la poesía romántica modernista, y Juan de Dios
Pesa que no necesita más carta de presentación que su nombre; Bolivia: Ricardo
Jaimes Freyre, uno de los maestros de la escuela modernista. Las obras de estos
nuevos de América no valían un ardite para Don Rubén, ya que tuvieron la
modestia de no hacer, como él, uso de una retórica pirotécnica para elevarse al
pedestal de la fama. Es lamentable que los dislates del poeta los celebren,
aplaudan o traten de ignorarlos los devotos del panida, calificados de ignorantes
por un prominente dariísta nacional.
En el Prefacio de “Cantos de Vida y Esperanza”
(1905), Darío se vanagloria: “El movimiento
de libertad que me tocó iniciar en América se propagó hasta España, y tanto
aquí como allá el triunfo está logrado”. Ya otros lo habían hecho sin
endilgarse piropos jactanciosos.
La literatura tiene sus leyes éticas, estéticas
y dianoéticas que la rigen. Las encontramos en los escritores que la han
embellecido y que no han manchado la lengua “que escribieron Cervantes y Calderones”. “La alabanza propia envilece.
No hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del
mundo”, señala Cervantes. Escuchemos al respecto los letales dardos de José
Martí: “Cuando hablo de literatura, no trato
de alardear de imaginación ni de literatura mía, sino de dar cuenta fiel de las
producciones ajenas”. “Las cosas buenas se deben hacer sin llamar al universo
para que lo vean a uno pasar”. “Cree el soberbio que la tierra fue hecha para
servirle de pedestal porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores”. “El
mayor de todos los peligros para el
hombre, es el empleo total de su vida en el culto ciego y exclusivo de sí
mismo”.
Darío fue siempre proclive al narcisismo. Era
además costumbre prodigarse loas entre los letrados, práctica desdorante que
Darío llamó “la SEM”, “Sociedad de Elogios Mutuos”. Antonio Machado lo llamó a
él “Capitán”, Juan Ramón Jiménez, “Rey siempre”. “Salvador Rueda – dice Darío-, me alababa, no tanto como yo a él”.
Jesucristo sentenció: “Cualquiera que se ensalce será humillado; y el que se humille será
ensalzado”. “Aristóteles manifiesta: “Quienes
son disimulados y hablan de sí mismos disminuyendo lo que son, como lo hacía Sócrates,
suelen suscitar mayor aceptación, porque no parece les moviera obtener algún
beneficio por lo que dicen”. El filósofo chino Lao –Tse, advierte: “Quien se disminuye crecerá; quien se
aumenta disminuirá”. “Quien ama demasiado el renombre debe pagarlo muy caro”.
“La grandeza tiene por raíz la humildad”. “Hemos de matar en los gigantes a la
soberbia”, dijo a su escudero el
caballero de la Triste Figura.
Consejo Socrático: “Es bello y hasta necesario celebrar lo que hay de bueno y sano en cada
temperamento, y al contrario, no sólo es vergonzoso complacerse con lo que hay
de malo, sino que es preciso hasta combatirlo”.
Escritor y poeta
Telf. 2268-9093
15.01.16
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