LA
POESIA
MANUEL ARAGON BUITRAGO
“La
poesía –dice Don Quijote-, a mi parecer, es como una tierna doncella de poca
edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado en enriquecer, pulir y
adornar otras muchas doncellas, y ella se ha de servir de todas, y todas se han
de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni
traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas, ni por los
rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que
quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio, no
dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible
en ninguna manera, si no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias o
en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes,
ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella
se encierran”.
Gustavo
Adolfo Bécquer dice de ella: “La poesía es en el hombre una cualidad puramente
del espíritu, reside en su alma, vive con la vida incorpórea de la idea, y para
revelarla necesita darle forma, por eso la escribe”.
La
poesía consta de muchos bemoles: hay quienes gustan de ella sin ser poetas;
poetas que no pueden declamar su poesía, como Neruda, y excelentes declamadores
como el argentino “Indio Duarte”. El estilo del mexicano Manuel Bernal, es un
soporífero.
Mi
amor por la poesía es congénito, y aunque me llaman poeta, me considero un
diletante. Cuantas veces he intentado crear sin inspiración he fracasado.
Bécquer
describe así la inspiración: “Sacudimiento extraño que agita las ideas, como
huracán que empuja las alas en tropel. Murmullo que en el alma se eleva y va
creciendo como volcán que sordo anuncia que va a arder”.
Sócrates
define la poesía como virtud propia de “los auténticamente delirantes y
posesos”. Oigámosle: “El tercer grado de locura y de posesión viene de las
Musas, cuando se hacen con un alma tierna e impecable, despertándola y
alentándola hacia cantos y toda clase de poesía. Aquel, pues, que sin la locura
de las Musas acude a las puertas de la poesía, persuadido de que, como por arte
de magia va a hacerse un verdadero poeta, lo será imperfecto, y la obra que sea
capaz de crear estando en su sano juicio, quedará eclipsada por la de los
inspirados y posesos”.
“Según
es opinión verdadera-acota Cervantes-, el poeta nace: quieren decir que del
vientre de su madre el poeta natural sale poeta, y con aquella inclinación que
le dio el cielo, sin más estudio ni artificio compone cosas”.
Como
alérgico a grupos y cenáculos, prefiero la soledad, pero en algunas
circunstancias involucrado en ellos, me he visto obligado a escuchar de jóvenes
aspirantes a poeta, la cancaneante y cacofónica lectura de sus adefesios poéticos
y he salido horrorizado. “Eso de querer ser poeta es enfermedad incurable y
pegadiza”, dijo la sobrina de Don Quijote. Una de nuestras publicitadas
poetisas queriendo emular a la erótica Juana de Ibarbourou, “Juana de América”,
eructó: “Yo soy el huacal en donde tú te derramas”. Ejemplo de vulgaridad
poética en una de las grandes de este país.
Frecuentemente
he visto en la TV entrevistar a pseudo poetas por quienes no saben nada de poesía,
notándose la nulidad de ambos. En el canal venezolano Telesur, hay un programa
denominado “Pura poesía” que invita al sueño.
Cuando
leo a Bécquer, Neruda, García Lorca, Alfonsina Storni, Sor Juana Inés de la
Cruz, mi alma se siente apacentada, alegre, contenta, satisfecha. La ambrosía
poética es pan del alma.
“La
creación poética-dice García Lorca-, es un misterio indescifrable, como el
misterio del nacimiento del hombre, del dolor del hombre, y la injusticia
constante que mana del mundo, y mi propio cuerpo, y mi propio pensamiento, me
evitan trasladar mi casa a las estrellas. El poeta que va a hacer un poema
tiene la sensación de que va a una casería nocturna. Un miedo inexplicable
rumorea su corazón, pero el poeta debe ir a su casería limpio y sereno. Hay a
veces que dar grandes gritos en la soledad poética para ahuyentar a los malos
espíritus que quieren llevarnos a los halagos populares. El poeta debe tapar
sus oídos como Ulises ante las sirenas”.
Aconsejo
a los aficionados a emborronar versos, no poner oídos sordos a las voces de
Sócrates, Bécquer y García Lorca, así evitarán hacer el ridículo.
Escritor y
Poeta
Telf.
2268-9093
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