DINAMITA
Manuel Aragón Buitrago
En
su escrito “La casa de las ideas”, expone Darío deleitosamente: “Sí la palabra es un ser viviente, es a
causa del espíritu que la anima: la idea. Las ideas con sus carnes de palabras,
vivientes y activas, se aglomeran, hacen sus ciudades, tienen sus casas. La
ciudad es la biblioteca, la casa es el libro. Helas allí como los humanos
seres; hay ideas reales, bajas, viles, abyectas, miserables. Algunas tienen
corona de oro, tiara, yelmo, manto o harapos.
Imperiosas o humilladas, se alzan o caen, cantan o lloran. Evocadas por
el hombre, dejan sus habitáculos, resuenan en el aire, y, silenciosas, penetran
en el alma por los ojos. Luego vuelven a sus casas después de haber hecho el
bien o el mal”.
¿De
cuál de estas ideas se valió Darío Para escribir su artículo “Dinamita”
publicado bajo el pseudónimo Des Esseintes? Que el lector lo descubra. De mi
parte, por límite de espacio, citaré fragmentos naúsicos impregnados de fuerte
halitosis, del vitriólico libelo.
Escuchemos
a quien dijo “Mi intelecto libré de
pensar bajo”: “Los hambrientos de Europa nos traen su contagio de iras almacenadas
por siglos, a nuestros buenos países, donde solamente el que no quiere no pone
en su olla la gallina que el rey bondadoso (Enrique IV de Navarra rey de
Francia) quería para el caldo de sus súbditos”. (Por pobreza él nunca la
tuvo). “La divisa de las barrigas plebeyas
es ésta: “¡Todo por el faisán!” El buen Juan no quiere ya pan y cebolla; y a
meditado que sus manazas pesadas deben encontrase mejor entre los guantes del
señor marqués”, manifiesta el desclazado
escritor. “¿Quién es el enemigo?” la
respuesta es la del asno de La Fontaine: “nuestro enemigo es el amo”. Aquí
le falla a Dario el sentido de percepción, su pasión le ciega la luz del
entendimiento, la respuesta del asno es correcta, esto lo entendemos mejor los
que conocemos dicha fabula. “¿Quién hay que pague por tener un amo?”, pregunta
Esquilo. El asno, inteligente, sabía que no ganaba nada cambiando de amo.
“Más que la moral es la estética lo que me impulsa a
combatir la rabia anárquica. Socialistas, anarquistas, todos son unos. El empleo
mayor o menor cantidad de agua y jabón es lo único que los distingue”.
La estética fue usada por los enciclopedistas franceses padres de la
revolución, en cuento a la moral, Darío jamás la practicó.
“Terribles zíngaros, que hablando la misma jerga
exaltada se comprenden en todos los lugares, ¡como que son cabezas de una misma
hidra!. Él come-ricos de Hamburgo o Barcelona siente como si fuese en su propio
pescuezo la soga que ahorca al anarquista de Chicago”. Se
burla de los mártires de Chicago recordados en casi todas las naciones cada
primero de mayo. Recomiendo leer a este respecto “Un drama terrible”, de José Martí
a quien Rubén Darío llamó “maestro”, publicado en “La Nación” de Buenos Aires
el primero de enero de 1888.
“Viendo pasar los cortejos en favor de las
reivindicaciones sociales, el pensador y el creyente no pueden dejar de
sentirse entristecidos de la poca inteligencia que reflejan casi todas las
fisonomías de los ejemplares. Abundan los ojos torvos, las grandes mandíbulas,
los rasgos marcadamente zoológicos; las señales de los apetitos, los gestos
codiciosos. Las faces testarudas y abobadas, limitadas, forman a menudo la
mayoría. Creen seguramente que, siendo el numero son la fuerza, olvidando que
la fuerza está en la inteligencia”.
Recurriendo
al auxilio de lo que Jaime Balmes llama “Los talentos comparados”, escuchemos a
Aristóteles: “Puede, en efecto,
admitirse que la mayoría, cuyos miembros tomados separadamente no son hombres
notables, está, sin embargo, por sobre los hombres superiores, si no
individualmente, por lo menos en masa. En esta multitud, cada individuo tiene
su parte de virtud y de ilustración, y todos reunidos forman, un solo hombre
que tiene manos, pies, innumerables sentidos, un carácter moral, y una
inteligencia en proporción”. Escuchemos a Máximo Gorki, de quien Darío
dijera que de no haber sido un gran escritor, hubiera sido un gran bandido: “El pueblo no es sólo la fuerza creadora de
todos los valores materiales: es también la única e inagotable fuerza de los
valores espirituales; el primer filósofo y poeta por el tiempo, la belleza y la
generalidad de la creación; el autor de todos los grandes poemas, de todas las
tragedias de la Tierra, y de la más grandiosa de ellas: la historia de la cultura
universal”.
Escritor
y poeta
Tel.:
2268-9093
23.05.16
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