jueves, 2 de junio de 2016

EN DEFENSA PROPIA



EN DEFENSA PROPIA

Manuel Aragón Buitrago

Tengo 92 años, durante 36 de ellos he escrito en El Nuevo Diario. Me conceptúo su Decano. Con mi pluma he honrado sus páginas. Siempre al escribir, he tenido presente dos principios éticos, el juramento de León Tolstoi: “No mentir hablando, ni mentir callando”, y el consejo de Rafael Mainar en “El arte del periodismo” : “Cuando haya que emplear como arma la pluma, debemos acordarnos de la vieja leyenda de los toledanos aceros: no me saques sin razón, ni me envaines sin honor”.
Por la publicación de mi escrito “Darío por Darío”, filisteos anónimos me han lanzado piedras con honda de notoria ignorancia. Faltos de argumentos, recurren al insulto y la calumnia imputándome culpas existentes solamente en sus caóticos cerebros, ignoran que en el mundo de las ideas, no hay campo para la ignominia, ni sitio para la vulgaridad. Privados de facultad perceptiva e interpretativa, no entendieron mi exposición.
“Existe una ley que obliga a respetar la imagen de nuestro Bardo Universal, es la ley 333, debemos apegarnos a ella”, dice uno de ellos.
Ilustro al señor, en su obra jurídica “Introducción al Derecho”, Sir Paul Vinogradoff dictamina: “Ni el Estado, ni su Derecho, pueden asumir la imposible tarea de influir sobre todos los derechos que implica la vida social y obligar a los individuos en su selección y gestión. Las normas jurídicas tratan de regular la conducta de los hombres, sus acciones y actividades externas; no aspiran a regir sus pensamientos y deseos. El objeto del Derecho es conseguir el orden social, y, por lo tanto, regular las relaciones entre los hombres, no su conducta íntima”.
“¿Por qué El Nuevo Diario publica un artículo que viola la ley 333?”, pregunta otro.
El Nuevo Diario ejercita un periodismo profesional, que de acuerdo al gran uruguayo José Enrique Rodó, debe ser “Cátedra y púlpito, ágora y academia”. Tienen además, conocimiento, de los Derechos Humanos de los cuales es nuestro país signatario, entre ellos la libertad de expresión.
El filósofo alemán Emmanuel Kant (1724-1804), observa en su obra “Filosofía política”: “Es preciso que haya libertad de expresión y de prensa en un Estado, ¿por qué otro medio podría el gobierno alcanzar los conocimientos que favorecen su propia intensión esencial? La libertad de la pluma es el único paladín de los derechos del pueblo”.
“No existe comején devora libros que pueda opacar la gloria del rey de la lengua castellana”, expone otro, que en eufórico arrebato le da Golpe de Estado a Cervantes. En cuanto a lo de comején devora libros, el exponente ignora, que escritores como Charles Dickens y Máximo Gorki, fueron comejenes devoradores de libros. Kant solía decir: “Yo siento toda la sed por el conocimiento y la inquietud desasosegada de conocer siempre más”. Johann Herder, testifica de él: “Con el mismo espíritu que sometía a prueba los escritos de Leibniz, Baumgarten, Crusius y Hume, seguía las leyes materiales de Kepler y de Newton. Acogió todos los descubrimientos de la naturaleza que llegaban a su conocimiento”.
Escuchemos a Darío: “En un viejo armario encontré los primeros libros que leyera. Era un Quijote, las obras de Moratín, Las mil y una noches, la Biblia; Los Oficios de Cicerón; La Corina de Madame Stael, un tomo de comedias clásicas españolas y una novela terrorífica, de ya no recuerdo que autor, La caverna de Strozzi. Amante de la literatura clásica, me he nutrido de ella”. Los comejenes devora libros y los asnos somos producto de la naturaleza, diferenciados por el uso de la razón.
“Muy pequeño es el cerebro de su enemigo, y muy grande el odio que le profesa”, dice otro desconocido. El índice cefálico de un hombre, que es de 35 grados, no puede ser evaluado por quien tenga el grado cefálico de una gallina que es de 0,001. En cuanto a lo del odio, el odio engendra odio. Darío escribió artículos que solo pueden tolerar sin inmutarse quienes carecen de dignidad, autoestima, o amor propio y al prójimo.
Que el señor Aragón moje su pluma en agua bendita antes de escribir sobre nuestro glorioso panida”, recomienda otro incógnito. El caballero ignora que su ídolo para escribir “Dinamita”, “La raza de Cam” y “La obra del populacho”, alimentó su pluma con vitriolo. A pesar de haber leído a Cervantes, olvidó su consejo: “Enfrena la lengua, considera y rumia las palabras antes que te salgan de la boca. Los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos”. 
Darío aconseja: “No toquéis a quien maneja las ideas”, y recuerda la apocalíptica sentencia de Enrique Heine: “¡Ten cuidado rey de Prusia con los poetas, te pueden meter en los infiernos!”.

Escritor y poeta
Tel.: 2268-9093


31.05.16 

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