DARIO
ENALTECE A JOSE MARTI
MANUEL
ARAGON BUITRAGO
Darío capitaliza en su haber
dos discursos apologéticos dedicados al apóstol insular y elaborados con las
mejores galas de su ático estilo dignos de enmarcarse en oro purísimo. Uno
corresponde a “Los Raros”, el otro a su Libro “Juicios”, que, aunados, suman 44
bellas páginas. Escuchemos del bardo su melódico canto: “Todos sabemos que José Martí era un gran poeta. Su labor oratoria y
periodística se diría poemática, pues el asunto más árido aparecía decorado con
la pompa de un lírico estilo. Usando siempre una sintaxis arcaica, ponía en la
forma anticuada un brío y una fantasía llenos de ideas y conocimientos universales,
y así resulta moderno y actual como pocos. Sus caudalosos discursos reflejan
cosas estelares y resuenan con magníficas
armonías. Hay que leerlos de cierta manera a que obliga el imperio de la
cadencia y la voluntad de la música. ¿Un don natural? Un don natural y una
copiosa cultura, conocimiento de culturas antiguas y contemporáneas, y dominio
de idiomas extranjeros, sobre todo el inglés. En muchos de sus escritos se
siente como el clamor de una épica rediviva, y el lirismo siempre es
desbordante y contagioso. Nunca la lengua nuestra tuvo mejores tintas,
caprichos y bizarrías. ¡Y que gracia tan ágil, y que fuerza natural tan
sostenida y magnífica! El cubano era como debería ser el verdadero superhombre:
grande y viril; poseído del secreto de su excelencia. La piedad tenía en su ser
un templo. Era orador, y orador de grande influencia. Arrastraba muchedumbres.
Su vida fue un combate. Fue periodista, profesor, pensador, filósofo, pintor,
músico, poeta siempre. Nadie como él para escribir no solo como quiere el gran
loco alemán (Nietzsche), “con sangre”, sino con la íntima y magnífica
substancia de su propio espíritu”.
“Martí
adoraba a su hijo Ismaelillo, y para él escribió ese minúsculo devocionario
lírico, un arte de ser Padre, lleno de gracias sentimentales y de juegos
poéticos. Los “Versos sencillos”, publicados en Nueva York en linda edición,
tienen verdaderas joyas. Otros versos hay, y entre los más bellos “Los
Zapaticos de rosa”.”
A sus tiernos 17 años, con
grillos en sus pies, escribe a su madre desde el presidio: “Mírame, madre, y por tu amor no llores, sí esclavo de mi edad y mis
doctrinas, tu mártir corazón sembré de espinas, piensa que nacen entre espinas
flores”. A su profesor Rafael María de Mendive el 15 de enero de 1871: “Dentro de dos horas embarco desterrado
para España. Mucho he sufrido, pero tengo la convicción que he sabido sufrir. Y
si he tenido fuerzas para ser verdaderamente hombre, sólo a usted lo debo, y
sólo de usted es cuánto de bueno y cariñoso tengo”.
Guerrero lírico, clama: “Las piedras del Castillo del Morro son
sobrado fuertes para que las derritamos con lamentos, y sobrado flojas para que
resistan largo tiempo nuestras balas”. Darío dice de él: “Se puso a forjar
armas para la guerra a golpe de palabra y a fuego de ideas”. Consciente de
su sacrificio, escribe a su amigo mexicano Manuel Mercado un día antes de su
caída: “Ya estoy todos los días en
peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber.
Al morir, Darío consternado
exclama: “Y ahora, maestro amigo,
perdona te guardemos rencor los que te amábamos por haber ido a exponer y
perder el tesoro de tu talento. Ya sabrá el mundo lo que tú eras, pues la
justicia de Dios es infinita y señala a cada cual su legítima gloria. La
juventud americana te saluda y te llora; pero, ¡oh, maestro! ¿qué has hecho?, y
estalla solemne: “El fúnebre cortejo exigiría los truenos grandiosos del Tanhäuser
de Wagner, para acompañar a su sepulcro a un dulce poeta bucólico, irían, como
en los bajos relieves, flautistas que hiciesen lamentarse a sus melodiosas
dobles flautas y vibrantes coros de liras; para acompañar americanos todos, el
entierro de José Martí. Necesitaríamos, su propia lengua, su órgano prodigioso
lleno de innumerables registros, sus potentes coros verbales, sus trompas de
oro, sus cuerdas quejosas, sus sollozantes óboes, sus flautas, sus tímpanos,
sus liras, sus sistros. ¡Sí, americanos, hay que decir quien fue aquel grande
que ha caído!
“La
plenitud literaria, y la plenitud política en América, solo se han dado juntas
en José Martí”, dice Roberto Fernández Retamar.
Editorial Porrúa ha honrado su
memoria publicándole Ismaelillo, La edad de oro (25 cuentos) y sus Versos
sencillos. La quinta Edición cuenta con diez mil ejemplares.
Escritor y poeta
Telf. 2268-9093
16.12.2015
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