“Hay que meditar lo
Que se dice”. Aristóteles
Rubén Darío (1867-1916), se burla de Andrés Bello (1781-1865), y del
poeta ecuatoriano José Joaquín Olmedo (1780-1817)
Manuel Aragón Buitrago
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“Cada hoja de cada árbol
canta su propio cantar”
Rubén Darío
En “Historia
de mis libros”, 1909, Rubén Darío relata: “Pues no se tenía en toda América como fin y objeto poéticos más que la
celebración de las glorias criollas, los hechos de la Independencia y la
naturaleza americana: un eterno canto a Junín, una inacabable oda a la
agricultura de la zona tórrida, y décimas patrióticas”.
En el diálogo platónico “Fedro”, Nota 165, “Clásicos
de Grecia y Roma”, se lee lo siguiente: “Escribir
en el alma del que aprende con un lenguaje lleno de sentido, conciencia y
reflexión, ayuda y lo defiende de la irrupción de cualquier otro lenguaje que,
sin fundamento, pretenda invadir su alma. El lenguaje de aquel que piensa, y
que, al pensar adquiere el fundamento y el sentido de lo dicho, está lleno de
vida”.
Existen hechos que, lamentablemente, Darío sólo se
los puede contar a los que únicamente lo leen a él, pero no a quienes poseen
conocimientos enciclopédicos, éstos están impermeabilizados “contra la irrupción de cualquier otro
lenguaje que, sin fundamente, pretenda invadir su alma”.
Históricamente, todas las naciones han llorado sus
derrotas y celebrado sus victorias.
Ante la noticia de la derrota de la flota persa por
los griegos al mando de Temístocles en la batalla naval de Salamina, año 480 a.
de C., la reina persa exclama: “¡Odioso
nombre! ¡Salamina… oírlo me atormenta… cuantos sollozos brotan de mi pecho con
solamente recordar a Atenas!”.
Grecia no fue sólo una nación de filósofos, fue
también guerrera. Su trágico Esquilo, peleó en las batallas de Maratón,
Salamina y Platea, y su filósofo, Sócrates, fue soldado hoplita, de la
infantería pesada griega. Tenían templos para sus dioses y héroes, y sus poetas
componían para éstos, poemas llamados Heracleidas
o Teseidas, en alusión a Heracles y a Teseo.
“El tercer grado
de locura y de posesión viene de las Musas –dice Sócrates-, cuando se hacen con
un alma tierna e impecable, despertándola y alentándola hacía cantos y toda
clase de poesía, que al ensalzar mil hechos de los antiguos, educa a los que
han de venir”.
Darío, en su alocución, hace uso de un lenguaje “sin sentido, conciencia y reflexión”: “Un
eterno canto a Junín, una inacabable oda a la agricultura de la zona tórrida”.
EL CANTO A JUNÍN
Para ilustrar a los idólatras del poeta, comenzaré
por explicarles que es Junín: Junín, o Chinchaycocha, es el lugar en donde el
mariscal Antonio José de Sucre, a
sus 29 años de edad, derrotó a las fuerzas españolas el 25 de agosto de 1824;
batalla precursora del triunfo de Ayacucho
el 9 de diciembre del mismo año, en donde Sucre
se cubre nuevamente de gloria, y el Perú queda definitivamente libre. Fue la última
batalla ganada a los ibéricos en la guerra emancipadora. Entonces Bolívar podrá clamar triunfante en Potosí el 26 de octubre de 1825: “En quince años de una lucha de gigantes,
hemos derrotado el edificio de la tiranía formado en tres siglos”.
Son momentos de alegría, de júbilo, los sin patria,
podían ya sentir bajo sus pies el calor de una tierra que era suya, de una “pacha mama” propia. Es entonces,
cuando el poeta ecuatoriano José Joaquín
Olmedo, compone su épico poema “Canto
a Junín”.
El 27 de junio de 1825, desde el Cuzco, el Libertador le envía la
siguiente carta:
“Querido amigo:
hace muy pocos días que recibí en el camino dos cartas de Ud., y un poema: las
cartas son de un político, pero el poema es de un Apolo. Todos los calores de “la zona tórrida”, todos los fuegos de
Junín y Ayacucho, todos los rayos del padre Manco Cápac no han producido jamás
una inflamación más intensa en la mente de un mortal. Ud. abrasa la tierra con
las ascuas del eje y de las ruedas del carro de Aquiles; Ud. se hace dueño de
todos los personajes: de mí forma un Júpiter; de Sucre un Marte; de La Mar un
Agamenón; de Córdoba un Aquiles; de Necochea un Patroclo, de Miller un Diómedes,
y de Lara un Ulises. Todos tenemos nuestra sombra divina o heróica que nos
cubre con sus alas de protección como ángeles guardianes. Ud. nos hace a su
modo poético y fantástico, y para continuar en el país de la poesía la ficción y
la fábula, Ud. nos eleva con deidad mentirosa. Ud., pues, nos ha sublimado
tanto, que nos ha precipitado al abismo de la nada, cubriendo con una
inmensidad de luces el pálido resplandor de nuestras opacas virtudes. Así,
amigo mío, Ud. nos ha pulverizado, con los rayos de Júpiter, con la espada de
su Marte, con el cetro de su Agamenón, con la lanza de su Aquiles, y con la
sabiduría de su Ulises. Si yo no fuese tan bueno, y Ud. no fuese tan poeta, me
avanzaría a creer que Ud. habría querido hacer una parodia de la Ilíada con los
héroes de nuestra pobre farsa. Mas no, no lo creo: Ud. es poeta, y sabe bien,
que de lo heróico a lo ridículo no hay más que un paso. Un americano leerá el
poema de Ud. como un canto de Homero; y un español lo leerá como un canto del
Facistol de Boileau”.
Bolívar
EL JURISTA
Como jurista, Bello le dio a Chile su Código Civil,
como pedagogo su Universidad. Vivió en Londres 19 años, (1810-1829). Salió de
Londres el 14 de Febrero de 1829 y llegó a Valparaíso el 25 de junio para nunca
volver a su patria Venezuela. En carta a su amigo guatemalteco Antonio José de Irisarri, le decía: “Me es duro renunciar al país de mi
nacimiento y tener tarde o temprano que ir a morir en el polo antártico de los toto divisos orbe chilenos, que sin duda
me mirarían como un advenedizo”.
LA UNIVERSIDAD
En 1843, en la inauguración de la Universidad, dijo
en su discurso de las letras: “Ellas
adornaron de celajes alegres la mañana de mi vida y conservan todavía algunos
matices en el alma, como la flor que hermosea las ruinas”.
RECOMIENDA ESTUDIAR EL
DERECHO ROMANO
Recomienda, no impone, el estudio del Derecho de
Roma como norma supletoria del Derecho español, vigente para entonces en Chile:
“La universidad, me atrevo a decirlo, no
acogerá la preocupación que condena como inútil o pernicioso el estudio de las
leyes romanas; creo, por el contrario, que le dará un nuevo estímulo y la
asentará sobre bases más amplias”. En 1848, en el aniversario de la
Universidad, insiste sobre esta orientación: “Yo desearía señores, que el estudio de la jurisprudencia romana fuese
algo más extenso y profundo, lo miro como fundamental. El objeto del que se
trata, es la formación del jurisconsulto científico; el aprendizaje de aquella
lógica especial, tan necesaria para la interpretación y aplicación de las
leyes, y que forma el carácter que distingue eminentemente la jurisprudencia de
los romanos. No creo tampoco que sea menester refutar la preocupación de
aquellos que desconocen la utilidad práctica del Derecho romano, sobre todo en
países cuya legislación civil es una emanación y casi una copia de la romana.
Basta decir que en ninguna época ha sido más altamente apreciado, ni más
generalmente recomendado su estudio, bajo el punto de vista de la práctica
judicial y forence. Yo citaré, con Federico Savingny, el ejemplo de los
jurisconsultos franceses, que se sirven del Derecho romano con mucha habilidad
para ilustrar y completar su Código Civil, obrando así según el verdadero
espíritu de ese código”.
EL CÓDIGO CIVIL CHILENO
“Según
testimonio del Presidente del Senado chileno, por 1833 o 1834, se había dado ya
Bello a la tarea de elaborar un Proyecto de Código Civil. El 14 de diciembre de
1855, ese mismo Proyecto, al través de un proceso de elaboración que había
durado más de veinte años, fue promulgado por el Congreso de la República de
Chile como Ley Nacional. Si se considera lo que significan veinte años de
constante labor, dirigida por la ciencia y el carácter de un hombre superior,
aparece como la cosa más natural del mundo el mérito reconocido de aquel cuerpo
jurídico”.
BELLO Y LA REAL ACADEMIA
“Nosotros nos
contamos -dice-, en el número de los que más aprecian los trabajos de la
Academia Española, pero no somos de aquellos que miran con una especie de
veneración supersticiosa sus decisiones, o como si tuviese alguna especie de
soberanía sobre el idioma, para mandarlo hablar y escribir de otro modo que
como lo pida el buen uso o lo aconseje la recta razón”.
SU GRAMÁTICA
La síntesis de todos sus conocimientos gramaticales
fue su Gramática de la Lengua Castellana publicada en 1847. Oigamos el
reconocimiento que de ella hace Don
Marcelino Menéndez y Pelayo: “A él se debe, más que a otro alguno, el haber
emancipado nuestra disciplina gramatical de la servidumbre en que vivía
respecto de la latina, que torpemente se quería adaptar a un organismo tan
diverso como el de las lenguas romances”.
COMO DEBE SER LA EDUCACIÓN
“El alma de la
ideología pedagógica de Bello –dice el Dr. Caldera-, es la armonía integral. La
educación intelectual, la educación moral y física, deben obrar conjuntamente
sobre el educando, deben desarrollar ordenadamente, todas las facultades del
sujeto. La educación integral que preconizó era semejante a la que él mismo
recibió. Educación profunda, inteligible y laboriosa, base indispensable para
la vida intelectual. El maestro debe inculcar los principios fundamentales que
preciden los conocimientos humanos, y enseñar a aplicarlos a los diversos
campos de la investigación. Así, podrá luego el alumno asimilar conocimientos múltiples,
como lo hizo Bello, de manera que éstos formen un edificio bien construído y no
una desordenada e incoherente acumulación”.
“Algunos han
conseguido –afirma Bello-, desterrar de la educación el hastío que naturalmente
ocasiona, presentando a los muchachos en las lecciones objetos de placer y
diversión; mas con ésto sólo han logrado desterrar el amor al trabajo, que
desde el principio debe infundirse, crear espíritus frívolos, y comunicar una
instrucción tan superficial, que a vuelta de pocos años sólo deja testimonios
vergonzosos del tiempo que se ha perdido. La primera instrucción del hombre
debe ser demasiado radical para que pueda producir frutos sazonados, y muy
pausada y bien distribuída para que sea permanente. No consiste en henchir
repentinamente la cabeza de un niño de retazos de muchas ciencias, de que sólo
el conjunto de palabras abruma su tierna comprensión, ni en hacerle seguir una
serie de clases forzadas y tan largas, que le mantengan la mitad de la vida en
un mero pupilaje”.
“Esa educación
intelectual que propone –indica el Dr. Caldera-, ha de desarrollar el espíritu
de observación, ya que una enseñanza que no procura acrecentar y desarrollar la
observación y otras nobles facultades, no puede ser completa ni producir en el
porvenir el mejor provecho”.
“Bello, es para
mí
–manifiesta el Dr. Caldera-, “el sofos”,
el sabio pleno, la síntesis armónica, como los grandes valores humanos de la
Edad Antigua”.
Otro alto pensador, Cecilio Acosta, en carta al Dr.
Ricardo Ovidio Limardo, le decía: “El
señor Andres Bello tenía una comprensión enciclopédica. Erudición, fantasía,
gusto, letras antiguas, adelantos modernos, todo lo poseía: fue publicista,
humanista, poeta, legislador; su nombre es hoy propiedad nuestra y gloria de
América. Varón afortunado que cultivó los buenos estudios, que supo florecer en
ellos, que vivió haciendo bienes y cultivando consideraciones, respeto y
gratitud, y que sin duda ha conquistado la inmortalidad”.
SILVA A LA AGRICULTURA DE LA
ZONA TÓRRIDA
“Las poesías de
Bello –dice el Larousse-, fueron inspiradas en motivos americanos: “Alocución a
la poesía”, “Silva a la agricultura de la zona tórrida”, “La oración por
todos”, crearon un nuevo género poético. Escribió también leyendas, críticas
eruditas, y varias obras notables: Principios de Derecho Internacional, La
filosofía del entendimiento y la famosa Gramática castellana”.
“En Londres
–narra el Dr. Caldera-, el poeta alcanza la suprema cumbre. El estudio
profundo, que depura aún más su dominio de la lengua; el dolor del exilio, de
la pobreza, de la calumnia, de las angustias familiares, que forjan más
delicadamente su sensibilidad; la recóndita ambición de servir en el campo de
las letras a su patria, habían de hacerle “el libertador artístico de América”.
Desde el día que escribe la Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida, el genio
de Bello es patrimonio de un pueblo. Atrás de Bello queda el oscurantismo
literario de América, el arte sometido al molde, la frase sín la inspiración,
la naturaleza muda. Con Bello surge la idea, la estética, la forma, la
conquista filológica, la inspiración americana hija de su esplendente y pródiga
naturaleza, expontánea como sus ríos, rica como sus veneros, grandiosa como los
Andes. Aun en la exuberancia de la Silva a la Agricultura, nunca llega a
convertirse en sujeto. Es siempre objeto condicionado al bienestar humano. Esta
misma plenitud desborda en el sentimiento lírico en los versos que preparó para
la introducción a su poema América,
que debía comprender sus famosas Silvas”.
“No –dice
Bello-, no es, como algunos piensan, el entusiasmo de teorías exageradas o mal
entendidas lo que ha producido y sostenido nuestra revolución. Lo que la
produjo y sostuvo fue el deseo inherente a toda gran sociedad de administrar
sus propios intereses y de no recibir leyes de otra; deseo que en las
circunstancias de la América, había llegado a ser una necesidad imperiosa”. “Lo
cual quiere decir –añade el Dr. Caldera-, trasladado este juicio al lenguaje
poético de su Silva: “Cual águila caudal,
no bien la pluma juvenil ha vestido, sufre impaciente la prisión estrecha de su
materno nido, y dócil al instinto vagoroso que a elevarse atrevida sobre la
tierra, y a explorar los reinos etéreos la convida, las inexpertas alas mueve
inquieta, y enderezando al cielo su mirada, al fin se lanza, y ya por golfos de
luz remonta el vuelo. Así el pecho sentiste, patria mía, latir con denodados
bríos de libertad, y te arrojaste a más brillantes hados; así el día inmortal,
de que hoy tus hijos bendicen la memoria, intrépida te vio, sublime, altiva,
buscar campos de gloria”.
“¡Hermoso es
quien hermoso obra!” dice Charles Dickens. Bello obró siempre hermosamente. Merece respeto.
“¿Acaso –sentencia Dickens-, no contribuyen al mal del mundo los que
pasan años y años procurando adquirir fama con un fin meramente egoísta?”.
¿Qué impulsó a Darío a expresarse despectivamente de
las creaciones poéticas de Olmedo y Bello? ¿Egoísmo, envidia? Donde reina la
envidia no puede vivir la virtud, y Darío no fue modelo de virtudes.
“Todos los
vicios, Sancho, tienen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia
no trae sino disgustos, rencores y rabias”, dijo el Caballero
de la Triste Figura.
Bolívar, dos años menor que Bello,
dijo de él: “Fue mi maestro cuando
teníamos la misma edad, y yo le amaba con respeto”.
Sólo a Darío, que se autoerigió árbitro irracional
de seres superiores a él, se le ocurrió irrespetarlo.
En el diálogo platónico “El Banquete”, nos
encontramos con algo que ilustra dialécticamente la irracionalidad de Darío,
cuando el médico Eryxímacos expone: “Toda
nuestra impiedad viene de que en todos nuestro actos no buscamos ni honramos al
mejor, sino al peor en nuestras relaciones con los seres vivientes. Es bello y
hasta necesario ceder a lo que hay de bueno y sano en cada temperamento, y, al
contrario, no sólo es vergonzoso complacerse con todo lo que hay de malsano y
depravado, sino que es preciso hasta combatirlo”.
Si la poesía es medio de expresión y difusión del
dolor y la alegría humana, de ella se valieron Olmedo y Bello para cantar la
gloria de las batallas ganadas y nadie está autorizado a prohibírselo.
Darío en su Marcha
Triunfal, cantó muchos lustros después, en una patria que no era la suya, a
“Los ilustres aceros, que encarnan las
glorias pasadas”; Bello y olmedo le cantaron a “Los ilustres aceros que encarnaban las glorias presentes” de la
gran patria americana emergente.
“Si la poesía es
del amor idioma, de una selva salvaje a los murmullos, ¿qué estrofas compondría
una paloma que rimara sus versos con arrullos?”, dice Darío en su Humorada X. La naturaleza dio a
cada ave su trino, al asno su rebuzno, y a la víbora barba amarilla su metálico
canto con que hiere la quietud de la montaña. En el campo, cuando el rosicler
de la aurora anuncia un nuevo día, y las silvestres flores despiertan perladas
de roció, el gallo, clarín de la mañana, pareciera dirigir la orquesta de una
olímpica variedad sinfónica; ¡Es la
naturaleza que canta! ¡Todo en ella es armonía! ¿Por qué también el hombre
no habría de cantar?
LA CRÍTICA
“Las objeciones
de los críticos provienen de cinco fuentes –afirma Aristóteles: demostrar que
algo es imposible, irracional, moralmente malo, contradictorio, o contrario a
las reglas del arte”.
Nada de eso demostró Darío en su breve alusión a la
obra de Olmedo y Bello, simplemente fue un exabrupto sin sentido.
UN BUEN CRÍTICO
“La vida
cultural de toda sociedad –dice el Dr. Rafael Caldera-, requiere
un buen crítico, de preparación sólida, capaz de formar el concepto integral de
una obra y valorar su importancia. Un crítico, en resumen, que no practique la
degradante detracción ni el bombo sistemático, que tenga capacidad y autoridad
suficientes para exponer con firmeza, pero sin ensañamiento; con bondad, pero
sin lisonja, una honrada opinión”.
“La opinión, sin
el conocimiento es floja y sin valor”. Rubén Darío.
COLOFÓN
De las destemplanzas de Darío, que son múltiples, me
atrevo a decir con el cura cuando quemaba los libros de caballería de Don
Quijote: “Esta también irá al corral por
disparatada y arrogante”.
Managua, 08 de Mayo 2015
Nota: El Dr.
Caldera
ejerció la
presidencia
de Venezuela
durante
dos periodos:
1969-1974
y 1994-1999
APÉNDICE
“Cree el soberbio
que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de
colores”.
JOSÉ
MARTÍ
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