domingo, 14 de junio de 2015




“Hay que meditar lo
Que se dice”. Aristóteles





Rubén Darío (1867-1916), se burla de Andrés Bello (1781-1865), y del poeta ecuatoriano José Joaquín Olmedo (1780-1817)






Manuel Aragón Buitrago
Tel. 2268-9093
    8879-2294




“Cada hoja de cada árbol
canta su propio cantar”

Rubén Darío




En “Historia de mis libros”, 1909, Rubén Darío relata: “Pues no se tenía en toda América como fin y objeto poéticos más que la celebración de las glorias criollas, los hechos de la Independencia y la naturaleza americana: un eterno canto a Junín, una inacabable oda a la agricultura de la zona tórrida, y décimas patrióticas”.

En el diálogo platónico “Fedro”, Nota 165, “Clásicos de Grecia y Roma”, se lee lo siguiente: “Escribir en el alma del que aprende con un lenguaje lleno de sentido, conciencia y reflexión, ayuda y lo defiende de la irrupción de cualquier otro lenguaje que, sin fundamento, pretenda invadir su alma. El lenguaje de aquel que piensa, y que, al pensar adquiere el fundamento y el sentido de lo dicho, está lleno de vida”.

Existen hechos que, lamentablemente, Darío sólo se los puede contar a los que únicamente lo leen a él, pero no a quienes poseen conocimientos enciclopédicos, éstos están impermeabilizados “contra la irrupción de cualquier otro lenguaje que, sin fundamente, pretenda invadir su alma”.

Históricamente, todas las naciones han llorado sus derrotas y celebrado sus victorias.

Ante la noticia de la derrota de la flota persa por los griegos al mando de Temístocles en la batalla naval de Salamina, año 480 a. de C., la reina persa exclama: “¡Odioso nombre! ¡Salamina… oírlo me atormenta… cuantos sollozos brotan de mi pecho con solamente recordar a Atenas!”.

Grecia no fue sólo una nación de filósofos, fue también guerrera. Su trágico Esquilo, peleó en las batallas de Maratón, Salamina y Platea, y su filósofo, Sócrates, fue soldado hoplita, de la infantería pesada griega. Tenían templos para sus dioses y héroes, y sus poetas componían para éstos, poemas llamados Heracleidas o Teseidas, en alusión a Heracles y a Teseo.

“El tercer grado de locura y de posesión viene de las Musas –dice Sócrates-, cuando se hacen con un alma tierna e impecable, despertándola y alentándola hacía cantos y toda clase de poesía, que al ensalzar mil hechos de los antiguos, educa a los que han de venir”.

Darío, en su alocución, hace uso de un lenguaje “sin sentido, conciencia y reflexión”: “Un eterno canto a Junín, una inacabable oda a la agricultura de la zona tórrida”.
EL CANTO A JUNÍN

Para ilustrar a los idólatras del poeta, comenzaré por explicarles que es Junín: Junín, o Chinchaycocha, es el lugar en donde el mariscal Antonio José de Sucre, a sus 29 años de edad, derrotó a las fuerzas españolas el 25 de agosto de 1824; batalla precursora del triunfo de Ayacucho el 9 de diciembre del mismo año, en donde Sucre se cubre nuevamente de gloria, y el Perú queda definitivamente libre. Fue la última batalla ganada a los ibéricos en la guerra emancipadora. Entonces Bolívar podrá clamar triunfante en Potosí el 26 de octubre de 1825: “En quince años de una lucha de gigantes, hemos derrotado el edificio de la tiranía formado en tres siglos”.

Son momentos de alegría, de júbilo, los sin patria, podían ya sentir bajo sus pies el calor de una tierra que era suya, de una “pacha mama” propia. Es entonces, cuando el poeta ecuatoriano José Joaquín Olmedo, compone su épico poema “Canto a Junín”.

El 27 de junio de 1825, desde el Cuzco, el Libertador le envía la siguiente carta:
“Querido amigo: hace muy pocos días que recibí en el camino dos cartas de Ud., y un poema: las cartas son de un político, pero el poema es de un Apolo. Todos los calores de “la zona tórrida”, todos los fuegos de Junín y Ayacucho, todos los rayos del padre Manco Cápac no han producido jamás una inflamación más intensa en la mente de un mortal. Ud. abrasa la tierra con las ascuas del eje y de las ruedas del carro de Aquiles; Ud. se hace dueño de todos los personajes: de mí forma un Júpiter; de Sucre un Marte; de La Mar un Agamenón; de Córdoba un Aquiles; de Necochea un Patroclo, de Miller un Diómedes, y de Lara un Ulises. Todos tenemos nuestra sombra divina o heróica que nos cubre con sus alas de protección como ángeles guardianes. Ud. nos hace a su modo poético y fantástico, y para continuar en el país de la poesía la ficción y la fábula, Ud. nos eleva con deidad mentirosa. Ud., pues, nos ha sublimado tanto, que nos ha precipitado al abismo de la nada, cubriendo con una inmensidad de luces el pálido resplandor de nuestras opacas virtudes. Así, amigo mío, Ud. nos ha pulverizado, con los rayos de Júpiter, con la espada de su Marte, con el cetro de su Agamenón, con la lanza de su Aquiles, y con la sabiduría de su Ulises. Si yo no fuese tan bueno, y Ud. no fuese tan poeta, me avanzaría a creer que Ud. habría querido hacer una parodia de la Ilíada con los héroes de nuestra pobre farsa. Mas no, no lo creo: Ud. es poeta, y sabe bien, que de lo heróico a lo ridículo no hay más que un paso. Un americano leerá el poema de Ud. como un canto de Homero; y un español lo leerá como un canto del Facistol de Boileau”.

Bolívar
EL JURISTA

Como jurista, Bello le dio a Chile su Código Civil, como pedagogo su Universidad. Vivió en Londres 19 años, (1810-1829). Salió de Londres el 14 de Febrero de 1829 y llegó a Valparaíso el 25 de junio para nunca volver a su patria Venezuela. En carta a su amigo guatemalteco Antonio José de Irisarri, le decía: “Me es duro renunciar al país de mi nacimiento y tener tarde o temprano que ir a morir en el polo antártico de los toto divisos orbe chilenos, que sin duda me mirarían como un advenedizo”.

LA UNIVERSIDAD

En 1843, en la inauguración de la Universidad, dijo en su discurso de las letras: “Ellas adornaron de celajes alegres la mañana de mi vida y conservan todavía algunos matices en el alma, como la flor que hermosea las ruinas”.

RECOMIENDA ESTUDIAR EL DERECHO ROMANO

Recomienda, no impone, el estudio del Derecho de Roma como norma supletoria del Derecho español, vigente para entonces en Chile: “La universidad, me atrevo a decirlo, no acogerá la preocupación que condena como inútil o pernicioso el estudio de las leyes romanas; creo, por el contrario, que le dará un nuevo estímulo y la asentará sobre bases más amplias”. En 1848, en el aniversario de la Universidad, insiste sobre esta orientación: “Yo desearía señores, que el estudio de la jurisprudencia romana fuese algo más extenso y profundo, lo miro como fundamental. El objeto del que se trata, es la formación del jurisconsulto científico; el aprendizaje de aquella lógica especial, tan necesaria para la interpretación y aplicación de las leyes, y que forma el carácter que distingue eminentemente la jurisprudencia de los romanos. No creo tampoco que sea menester refutar la preocupación de aquellos que desconocen la utilidad práctica del Derecho romano, sobre todo en países cuya legislación civil es una emanación y casi una copia de la romana. Basta decir que en ninguna época ha sido más altamente apreciado, ni más generalmente recomendado su estudio, bajo el punto de vista de la práctica judicial y forence. Yo citaré, con Federico Savingny, el ejemplo de los jurisconsultos franceses, que se sirven del Derecho romano con mucha habilidad para ilustrar y completar su Código Civil, obrando así según el verdadero espíritu de ese código”.

EL CÓDIGO CIVIL CHILENO

“Según testimonio del Presidente del Senado chileno, por 1833 o 1834, se había dado ya Bello a la tarea de elaborar un Proyecto de Código Civil. El 14 de diciembre de 1855, ese mismo Proyecto, al través de un proceso de elaboración que había durado más de veinte años, fue promulgado por el Congreso de la República de Chile como Ley Nacional. Si se considera lo que significan veinte años de constante labor, dirigida por la ciencia y el carácter de un hombre superior, aparece como la cosa más natural del mundo el mérito reconocido de aquel cuerpo jurídico”.

BELLO Y LA REAL ACADEMIA

“Nosotros nos contamos -dice-, en el número de los que más aprecian los trabajos de la Academia Española, pero no somos de aquellos que miran con una especie de veneración supersticiosa sus decisiones, o como si tuviese alguna especie de soberanía sobre el idioma, para mandarlo hablar y escribir de otro modo que como lo pida el buen uso o lo aconseje la recta razón”.

SU GRAMÁTICA

La síntesis de todos sus conocimientos gramaticales fue su Gramática de la Lengua Castellana publicada en 1847. Oigamos el reconocimiento que de ella hace Don Marcelino Menéndez y Pelayo: “A él se debe, más que a otro alguno, el haber emancipado nuestra disciplina gramatical de la servidumbre en que vivía respecto de la latina, que torpemente se quería adaptar a un organismo tan diverso como el de las lenguas romances”.

COMO DEBE SER LA EDUCACIÓN

“El alma de la ideología pedagógica de Bello –dice el Dr. Caldera-, es la armonía integral. La educación intelectual, la educación moral y física, deben obrar conjuntamente sobre el educando, deben desarrollar ordenadamente, todas las facultades del sujeto. La educación integral que preconizó era semejante a la que él mismo recibió. Educación profunda, inteligible y laboriosa, base indispensable para la vida intelectual. El maestro debe inculcar los principios fundamentales que preciden los conocimientos humanos, y enseñar a aplicarlos a los diversos campos de la investigación. Así, podrá luego el alumno asimilar conocimientos múltiples, como lo hizo Bello, de manera que éstos formen un edificio bien construído y no una desordenada e incoherente acumulación”.

“Algunos han conseguido –afirma Bello-, desterrar de la educación el hastío que naturalmente ocasiona, presentando a los muchachos en las lecciones objetos de placer y diversión; mas con ésto sólo han logrado desterrar el amor al trabajo, que desde el principio debe infundirse, crear espíritus frívolos, y comunicar una instrucción tan superficial, que a vuelta de pocos años sólo deja testimonios vergonzosos del tiempo que se ha perdido. La primera instrucción del hombre debe ser demasiado radical para que pueda producir frutos sazonados, y muy pausada y bien distribuída para que sea permanente. No consiste en henchir repentinamente la cabeza de un niño de retazos de muchas ciencias, de que sólo el conjunto de palabras abruma su tierna comprensión, ni en hacerle seguir una serie de clases forzadas y tan largas, que le mantengan la mitad de la vida en un mero pupilaje”.

“Esa educación intelectual que propone –indica el Dr. Caldera-, ha de desarrollar el espíritu de observación, ya que una enseñanza que no procura acrecentar y desarrollar la observación y otras nobles facultades, no puede ser completa ni producir en el porvenir el mejor provecho”.

“Bello, es para mí –manifiesta el Dr. Caldera-, “el sofos”, el sabio pleno, la síntesis armónica, como los grandes valores humanos de la Edad Antigua”.

Otro alto pensador, Cecilio Acosta, en carta al Dr. Ricardo Ovidio Limardo, le decía: “El señor Andres Bello tenía una comprensión enciclopédica. Erudición, fantasía, gusto, letras antiguas, adelantos modernos, todo lo poseía: fue publicista, humanista, poeta, legislador; su nombre es hoy propiedad nuestra y gloria de América. Varón afortunado que cultivó los buenos estudios, que supo florecer en ellos, que vivió haciendo bienes y cultivando consideraciones, respeto y gratitud, y que sin duda ha conquistado la inmortalidad”.

SILVA A LA AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA

“Las poesías de Bello –dice el Larousse-, fueron inspiradas en motivos americanos: “Alocución a la poesía”, “Silva a la agricultura de la zona tórrida”, “La oración por todos”, crearon un nuevo género poético. Escribió también leyendas, críticas eruditas, y varias obras notables: Principios de Derecho Internacional, La filosofía del entendimiento y la famosa Gramática castellana”.

“En Londres –narra el Dr. Caldera-, el poeta alcanza la suprema cumbre. El estudio profundo, que depura aún más su dominio de la lengua; el dolor del exilio, de la pobreza, de la calumnia, de las angustias familiares, que forjan más delicadamente su sensibilidad; la recóndita ambición de servir en el campo de las letras a su patria, habían de hacerle “el libertador artístico de América”. Desde el día que escribe la Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida, el genio de Bello es patrimonio de un pueblo. Atrás de Bello queda el oscurantismo literario de América, el arte sometido al molde, la frase sín la inspiración, la naturaleza muda. Con Bello surge la idea, la estética, la forma, la conquista filológica, la inspiración americana hija de su esplendente y pródiga naturaleza, expontánea como sus ríos, rica como sus veneros, grandiosa como los Andes. Aun en la exuberancia de la Silva a la Agricultura, nunca llega a convertirse en sujeto. Es siempre objeto condicionado al bienestar humano. Esta misma plenitud desborda en el sentimiento lírico en los versos que preparó para la introducción a su poema América, que debía comprender sus famosas Silvas.

“No –dice Bello-, no es, como algunos piensan, el entusiasmo de teorías exageradas o mal entendidas lo que ha producido y sostenido nuestra revolución. Lo que la produjo y sostuvo fue el deseo inherente a toda gran sociedad de administrar sus propios intereses y de no recibir leyes de otra; deseo que en las circunstancias de la América, había llegado a ser una necesidad imperiosa”. “Lo cual quiere decir –añade el Dr. Caldera-, trasladado este juicio al lenguaje poético de su Silva: “Cual águila caudal, no bien la pluma juvenil ha vestido, sufre impaciente la prisión estrecha de su materno nido, y dócil al instinto vagoroso que a elevarse atrevida sobre la tierra, y a explorar los reinos etéreos la convida, las inexpertas alas mueve inquieta, y enderezando al cielo su mirada, al fin se lanza, y ya por golfos de luz remonta el vuelo. Así el pecho sentiste, patria mía, latir con denodados bríos de libertad, y te arrojaste a más brillantes hados; así el día inmortal, de que hoy tus hijos bendicen la memoria, intrépida te vio, sublime, altiva, buscar campos de gloria”.

“¡Hermoso es quien hermoso obra!” dice Charles Dickens. Bello obró siempre hermosamente. Merece respeto.

“¿Acaso –sentencia Dickens-, no contribuyen al mal del mundo los que pasan años y años procurando adquirir fama con un fin meramente egoísta?”.

¿Qué impulsó a Darío a expresarse despectivamente de las creaciones poéticas de Olmedo y Bello? ¿Egoísmo, envidia? Donde reina la envidia no puede vivir la virtud, y Darío no fue modelo de virtudes.

“Todos los vicios, Sancho, tienen un no sé qué de deleite consigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias”, dijo el Caballero de la Triste Figura.

Bolívar, dos años menor que Bello, dijo de él: “Fue mi maestro cuando teníamos la misma edad, y yo le amaba con respeto”.

Sólo a Darío, que se autoerigió árbitro irracional de seres superiores a él, se le ocurrió irrespetarlo.

En el diálogo platónico “El Banquete”, nos encontramos con algo que ilustra dialécticamente la irracionalidad de Darío, cuando el médico Eryxímacos expone: “Toda nuestra impiedad viene de que en todos nuestro actos no buscamos ni honramos al mejor, sino al peor en nuestras relaciones con los seres vivientes. Es bello y hasta necesario ceder a lo que hay de bueno y sano en cada temperamento, y, al contrario, no sólo es vergonzoso complacerse con todo lo que hay de malsano y depravado, sino que es preciso hasta combatirlo”.

Si la poesía es medio de expresión y difusión del dolor y la alegría humana, de ella se valieron Olmedo y Bello para cantar la gloria de las batallas ganadas y nadie está autorizado a prohibírselo.

Darío en su Marcha Triunfal, cantó muchos lustros después, en una patria que no era la suya, a “Los ilustres aceros, que encarnan las glorias pasadas”; Bello y olmedo le cantaron a “Los ilustres aceros que encarnaban las glorias presentes” de la gran patria americana emergente.

“Si la poesía es del amor idioma, de una selva salvaje a los murmullos, ¿qué estrofas compondría una paloma que rimara sus versos con arrullos?”, dice Darío en su Humorada X. La naturaleza dio a cada ave su trino, al asno su rebuzno, y a la víbora barba amarilla su metálico canto con que hiere la quietud de la montaña. En el campo, cuando el rosicler de la aurora anuncia un nuevo día, y las silvestres flores despiertan perladas de roció, el gallo, clarín de la mañana, pareciera dirigir la orquesta de una olímpica variedad sinfónica; ¡Es la naturaleza que canta! ¡Todo en ella es armonía! ¿Por qué también el hombre no habría de cantar?

LA CRÍTICA

“Las objeciones de los críticos provienen de cinco fuentes –afirma Aristóteles: demostrar que algo es imposible, irracional, moralmente malo, contradictorio, o contrario a las reglas del arte”.

Nada de eso demostró Darío en su breve alusión a la obra de Olmedo y Bello, simplemente fue un exabrupto sin sentido.

UN BUEN CRÍTICO

“La vida cultural de toda sociedad –dice el Dr. Rafael Caldera-, requiere un buen crítico, de preparación sólida, capaz de formar el concepto integral de una obra y valorar su importancia. Un crítico, en resumen, que no practique la degradante detracción ni el bombo sistemático, que tenga capacidad y autoridad suficientes para exponer con firmeza, pero sin ensañamiento; con bondad, pero sin lisonja, una honrada opinión”.

“La opinión, sin el conocimiento es floja y sin valor”. Rubén Darío.

COLOFÓN

De las destemplanzas de Darío, que son múltiples, me atrevo a decir con el cura cuando quemaba los libros de caballería de Don Quijote: “Esta también irá al corral por disparatada y arrogante”.

Managua, 08 de Mayo 2015


Nota: El Dr. Caldera
ejerció la presidencia
de Venezuela durante
dos periodos: 1969-1974
y 1994-1999



APÉNDICE

“Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores”.
JOSÉ MARTÍ

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Favor evitar comentarios con palabras inapropiadas