“Es imposible, o, por lo menos,
muy difícil ser buen juez en
cosas que uno no domina”
Aristóteles
Rubén Darío
no conoció a Aristóteles profusamente.
Manuel Aragón Buitrago
Telf. 2268-9093
8879-2294
“No mentir hablando ni
mentir callando”.
León Tolstoi.
Tócame seguir enmendando los entuertos cometidos por
ese mito con pies de barro llamado Rubén
Darío, al igual que lo hizo Juan
Montalvo con “Los capítulos que se
le olvidaron a Cervantes”. Si Aquiles
era vulnerable sólo por el talón, Don Rubén lo es por sus cuatro costados, y,
ahora, ya es muy tarde para que sus andrólatras lo sumerjan en las aguas de la
laguna Estigia.
En la Grecia clásica, la acusación más grave que
podía hacerse contra un ciudadano, era “la de impiedad”, como lo fueron Sócrates, Aristóteles y Anaxágoras,
todos a cual más ilustres. Menos mal que en nuestro tiempo ya no tenemos que
temer, ni a la inquisición, ni a la cicuta.
Erasmo de
Rotterdam en su
magna obra “Elogio de la locura”, pone
en boca de ésta lo siguiente: “El
escritor que es de mi cuerda, es tanto más feliz cuantos más disparates dice.
Escribe todo lo que le viene a la cabeza sin detenerse a pensarlo. Sabe muy
bien que cuantas mayores banalidades diga, mayor será la aceptación por parte
de la mayoría, es decir, de ignorantes y necios. Sabido es, que cuanto peor es
una cosa, más atrae a la muchedumbre, ya que la mayoría de los mortales es propensa
a la estupidez”. Doy gracias a los clásicos por haberme sacado de la piara
multitudinaria. Hace mucho tiempo dejé de ser animal de rebaño, ahora pienso
por cuenta propia. Hago uso del entendimiento sano y correcto, por algo llama Sócrates al entendimiento “piloto del alma”.
Montesquieu, en
“El Espíritu de las Leyes”, ilustra: “Las Leyes, en su
significación más extensa, no son más que las relaciones naturales derivadas de
la naturaleza de las cosas; y en este sentido, todos los seres tienen sus
leyes: la divinidad tiene sus leyes, el mundo material tiene sus leyes, las
inteligencias superiores al hombre tienen sus leyes, los animales tienen sus
leyes, el hombre tiene sus leyes”.
“La literatura –me dice el Larousse-, es una de las bellas artes, que emplea la
palabra como instrumento”. “Aquí cabe citar lo que respecto a la palabra
nos dice Don José Ortega y Gasset, (de quien dijera Darío “sus pensares le halagaban”): “Los hombres del decir, del logos,
han usado de él sin respeto ni restricciones, sin darse cuenta de que la
palabra es un sacramento de muy delicada administración”.
De acuerdo con Montesquieu,
podríase también intuir que, la literatura, como todas las ciencias, tiene
también sus leyes, y todo escritor tiene que someterse a ellas, una de suma
importancia es la racionabilidad, también podría citarse la ética, la estética,
la moral, la sindéresis, la lógica, la virtud de la prudencia, tratar de
adornar el discurso de un estilo isocrático, es decir, ático, y, sobre todo, no
olvidar el pudor. “El pudor –dice
Aristóteles-, puede definirse como un
cierto temor a sufrir un desprestigio. Cualquier hábito del alma suele orientar
su naturaleza a cosas que pueden ennoblecerla o degradarla”.
“Un escritor no
puede serlo muy grande teniendo defectos morales, y sobre todo muy graves”, sentencia Unamuno, y de
Darío podría escribirse una enciclopédica antología de defectos de todos los
matices confesados por él en su autobiografía, porque no conoció el freno del
pudor.
Darío con su acostumbrada ambivalencia, en su artículo
“Sicologías carnavalescas”, llama al
pudor: “rosa espiritual de la sangre”,
y en otro, “la feliz ignorancia del
pudor”. Por ignorar el pudor cometió muchas estupideces y villanías que desdoran
su prestigio ante las personas sensatas.
DARÍO CENSOR
DE ARISTÓTELES
En su artículo “La
tinieblas enemigas”, correspondiente a su libro “Opiniones” 1906, Darío nos habla de que Alberto Wolf “hacía y deshacía reputaciones en las primeras columnas de
Le Fígaro”. En su Libro “Crónicas y Leyendas”, abril de 1886,
ataca a Zoilo por su ridícula e
injusta critica a Homero: “Zoilo, lleno
de lodo y enfermo por gangrena que le vicia, ebrio y desatentado, osa al genio
sagrado y le arroja a la cara su inmundicia… ¡El Olimpo ha temblado!”.
Como podemos ver, Don Rubén nos habla de críticos
sin escrúpulo, pero, en sus críticas a Emilio
Zolá, a Jonathan Swift, a Federico
Nietzsche, a Aristóteles, a la clase obrera y a la raza negra, los emula y
supera.
Oigamos lo que nos dice de Aristóteles en un escrito
dedicado a Remy de Gourmont en su
Libro “Opiniones”: “En los orígenes
filosóficos, este cerebro (el de Gourmont), que se creería primero influido de
un soplo platónico, se junta más, en su madurez, a la observación y al criterio
aristotélico, por su investigación sobre el secreto humano, por su manera de
encarar el enigma de nuestro ser. Solamente que se basa en lo que Aristóteles
no comprendía: la libre acción del hombre en el universo”.
El lenguaje usado por Darío es antilógico, conocido
en retórica como “discurso doble”.
Afirma una cosa para a continuación negarla.
ANDRÉS BELLO Y
ARISTÓTELES
“Fue dotado Aristóteles
–dice Bello-, del genio filosófico más elevado. Pensador profundo, observador perspicaz,
desterró de sus obras la ficción. Abrazó todos los ramos de la investigación
científica que se habían conocido hasta su tiempo, y no hubo ninguno al cual no
se le deviese grandes adelantamientos. Inventó la ingeniosa teoría del
silogismo, dio el primer sistema de lógica, creó la historia natural; su Metafísica,
primer ensayo de una ciencia nueva, es todavía digna de estudiarse; su Política,
está llena de máximas y observaciones admirables; en su Ética resplandecen
ideas tan delicadas como sólidas sobre la naturaleza del hombre, expuestas con
una sencillez a veces sublime”.
ANDRÉS BELLO Y
DIARIO
Andrés Bello y Darío vivieron en Chile, pero sus
vidas en ese país se desenvolvieron en forma diferente. El venezolano Bello que
había sido secretario del Libertador Bolívar, fundó en Chile su primera
Universidad de la cual fue su primer Rector, y le dio su Código Civil al país.
Darío cuenta: “Mi
vida en Valparaiso se concentra en ya improbables o ya hondos amoríos; en
vagares a la orilla del mar, sobre todo en Playa Ancha; invitaciones a bordo de
los barcos por marinos amigos y literarios; horas nocturnas, ensueños
matinales, y lo que era entonces mi vibrante y ansiosa juventud”.
Bello, en Chile agradecido, tiene estatua, Rubén
Darío no.
ARISTÓTELES
POR CARLOS MARX
Del capítulo I de “El Capital”, que trata del Tema “Mercancía y dinero”, transcribo lo siguiente: “Aristóteles dice claramente que la
forma-dinero de la mercancía no hace más que desarrollar la forma simple del
valor, o lo que es lo mismo, la expresión del valor de una mercancía en otra
cualquiera. Aristóteles advierte, además, que la relación del valor en que esta
expresión se contiene es, a su vez, una relación condicionada, pues si no
mediase alguna igualdad sustancial, estos objetos corporalmente distintos no
podrían relacionarse entre sí como magnitudes conmensurables”. “El cambio –dice
Aristóteles-, no podría existir sin la igualdad, ni ésta sin la
conmensurabilidad. En rigor -añade- es imposible que objetos tan distintos sean
conmensurables”, es decir, cualitativamente iguales. Mas al llegar aquí, se
detiene y renuncia a seguir analizando la forma del valor. El propio
Aristóteles nos dice, pues, en que tropieza al llevar adelante su análisis: “tropieza con la carencia de un concepto de
el valor”. Aristóteles no podía
descifrar por si mismo, analizando la forma del valor, el hecho de que en la
forma de los valores de las mercancías todos los trabajos se expresan como trabajo humano igual, y por tanto como
equivalentes, porque la sociedad griega estaba basada en el trabajo de los
esclavos y tenía, por tanto, como base natural la desigualdad entre los hombres
y sus fuerzas de trabajo. El secreto de la expresión de valor, la igualdad y
equiparación de valor de todos los trabajos, en cuanto son, y por el hecho de
ser todos ellos trabajo humano en general, soló podía ser descubierto a partir
del momento en que la idea de la igualdad humana poseyese ya la firmeza de un
prejuicio popular, y para esto era necesario llegar a una sociedad como la
actual, en que la relación social
preponderante es la relación de unos hombres con otros como poseedores
de mercancías. Lo que acredita precisamente el genio de Aristóteles, es el
haber descubierto en la expresión de valor de las mercancías una relación de
igualdad. Fue la limitación histórica de la sociedad de su tiempo la que le
impidió desentrañar en que consistía, “en rigor”, esta relación de igualdad”.
Otra limitación que impidió a Aristóteles llevar a
feliz término el desarrollo de su tesis, fue la pobreza léxica de la lengua
griega. En el Capitulo II, del Libro I, de su Política, nos encontramos con la
siguiente declaración del estagirita: “Tenemos
primero la autoridad del señor, después la autoridad conyugal, ya que la lengua
griega no tiene palabra para expresar esta relación del hombre a la mujer, y,
en fin, la generación de los hijos, idea para la que tampoco hay una palabra
especial”. (Sic.).
Si Aristóteles fue en cierto aspecto un precursor de
la doctrina de Marx, no me atrevo a opinar, eso lo dejo a la libre elección del
lector. El juicio es la facultad del entendimiento que compara y juzga, pero
queda descubierto que, Darío en sus críticas, no hizo uso del juicio. Goethe
dice que “la ignorancia es atrevida”,
y Darío en sus críticas a verdaderas lumbreras del mundo intelectual fue reo de
una ignorancia demostrada.
Un escritor debe conocer profusamente la obra del
criticado. “Escribir sobre algo que no
se conoce es criminal en un escritor”, dice John Steinbeck, Pr. Nóbel de Literatura. El arbitraje que el Dr. Alejandro Serrano Caldera hace de Nietzsche cuando dice de él: “¡Jamás ha existido un pensador más radical
y absolutamente demoledor que Nietzsche!”, nos revela a un hombre que
conoce perfectamente la obra del escritor alemán.
Darío no es el creador del modernismo, corriente
literaria hija del parnasianismo y del simbolismo francés, y, aunque él es su
máximo representante, sus precursores en América lo fueron el cubano José Martí, y el uruguayo José Enrique Rodó, paradigmas de
conducta sin tacha.
Nada en esta vida permanece estático, todo está en
un constante cambio y desarrollo, todas las corrientes literarias surgieron y
desaparecieron como fuegos fatuos, es la ley ineludible de la vida: nacer,
crecer, morir, y al Modernismo también le llegó la hora de su defunción, es un
Lázaro que no acata la orden de ¡levántate
y anda! “Cuando una realidad humana –dice Ortega y Gasset-, ha cumplido su historia, ha naufragado y ha
muerto, las olas la escupen en las costas de la retórica, donde, cadáver,
pervive largamente. La retórica es el cementerio de las realidades humanas;
cuando más, su hospital de inválidos”.
Cada año se celebran en Granada algaradas que
pretenden mantener viva la imagen de Darío, se invitan poetas de todo el mundo
que, de poetas es lo menos que tienen, y, en los diarios, que están en poder de
comerciantes que saben mucho de finanzas pero nada de poesía, se publican las
profanaciones al arte poético que vomitan los invitados, y de algunas vacas
sagradas de este país.
En León, la aristocracia celebra actos en el
Paraninfo de la Universidad en honor al poeta lumpenproletario que olvidó su
origen humilde y se convirtió en histrión del capitalismo, para escuchar de los
expositores lo mismito que el año anterior, nada de nuevo, la monotonía de los
congelados discursos invita al bostezo a quien espera algo más apolíneo, más
olímpico, pero nada, es una oportunidad de desentumecer las manos ensayando
aplausos, ahí acaba todo, y los asistentes salen con sus espíritus tan vacíos
como cuando llegaron.
En cambio, Aristóteles, sigue campeador en Oxford,
en Cambridge, en Berkeley, solamente en Nicaragua, país de grandes paradojas,
un asno que se desempeñó como Ministro de Educación Pública durante el nefasto
gobierno de Violeta Barrios, defenestró a Aristóteles de la educación. Este
mismo parásito, trató, y parcialmente lo consiguió, privatizar la educación
para que los pobres no tuvieran acceso a ella. Por asco no menciono su nombre.
“Donde quiera que
la educación ha sido desatendida, el Estado ha recibido un golpe funesto”, nos dice Aristóteles.
En el Diálogo platónico “El Banquete”, dice Pausanias
en su discurso: “Entre los bárbaros, debido a las tiranías, es prohíbida la
filosofía, ya que no le conviene a los gobernantes que se engendren en los
gobernados grandes sentimientos ni sociedades sólidas”.
BREVES DATOS
BIOGRÁFICOS
Aristóteles nació en Estagira, Macedonia, en el año
384 a. de C., a los 17 años de edad ingresó en la Academia de Platón donde
permaneció por veinte años nutriendo su cerebro. Por su inteligencia y porque
siempre estaba estudiando, sus compañeros le distinguieron llamándole “la mente”, y “el lector”, por su gusto en leer
directamente sin la ayuda del esclavo lector. A los 25 años escribe su obra “Gryllos”, que lo catapulta a profesor
de Retórica. A sus 42 años, Filipo, rey de Macedonia, lo nombra tutor de su
hijo Alejandro de 13 años. En el año 335 a. de C., al acceder su pupilo al
trono como Alejandro Magno, le
dedica su ensayo “Sobre la monarquía”,
regresa a Atenas, y funda su propia escuela conocida con el nombre de Liceo. Al no poder adquirir terrenos
por ser macedonio, se instala en el pórtico largo de un gimnasio público fuera
de las murallas de la ciudad. Debido a que gran parte de las discusiones y
debates se desarrollaban mientras maestros y estudiantes paseaban por el Liceo,
este centro llegó a ser conocido como “escuela peripatética”.
A raíz de la muerte de Alejandro, en el año 323 a.
de C., creció en Atenas un fuerte sentimiento antimacedonio, por lo que Aristóteles
se retiró a una propiedad familiar en Calcis, en la isla de Eubea, donde murió
al año siguiente a la edad de 62 años.
EPÍLOGO
En mi biblioteca ocupa lugar de honor la obra aristotélica.
Toda ella es digna de ser estudiada por
nuestra juventud. Su política, por quienes deseen saber que cosa es un Estado,
una República, como deben ser las leyes, y que es lo que constituye a un ciudadano;
su Poética, es fecunda para los amantes de este bello arte; su Ética, para
conocer las virtudes morales que conforman al hombre de bien.
En la Ética aristotélica, Rubén Darío está
identificado plenamente con todos sus vicios y defectos morales.
Darío fue un
ampuloso expositor de, en mucho casos, supuestos defectos de otros, cayendo en
el delito de la detracción. Obviando sus propios defectos que fueron muchos y
variopintos, estuvo siempre preocupado en ver solamente la paja en el ojo
ajeno.
Darío no tenía autoridad moral para juzgar, como lo
hizo, a escritores que heredaron a la humanidad un legado de sabiduría, y el
ejemplo de una conducta sin mácula. Su vida, narrada por él mismo, no es imagen
de buen ejemplo.
En retórica existen cinco clases de discurso: el
honesto, el dudoso, el paradójico, el humilde, y el oscuro. Darío
frecuentemente hizo uso del dudoso, del paradójico, y del oscuro.
Managua, 25 de abril del 2015