“Los que
no poseen la capacidad
del
juicio, son irracionales por
naturaleza”.
Aristóteles
RUBÉN
DARÍO
VERSUS
JONATHAN SWIFT
Por Manuel Aragón Buitrago
SINDÉRESIS: Entendimiento,
Juicio,
capacidad para juzgar
rectamente.
Existe un adagio
que reza: “no tocar a Dios con las manos
sucias”. Pues bien, yo, a la inversa, tocaré lo impuro con las manos
limpias. Haré el papel de agente higienizante.
En su Libro “Mundo adelante”, me encuentro con un artículo
de Darío titulado “Apología de la risa”,
que ha imantado poderosamente mi atención por encontrarlo plagado de
desaciertos que ameritan ser esclarecidos, además de ser elaborado con un
prosaísmo impropio de la pluma que lo parió. Aquí el poeta denosta de lo lindo
difamando, injuriando y calumniando a un patriota que cometió el crimen de
defender a su patria de la opresión de una potencia que en innumerables veces había
humillado a la suya, y en vez de exaltarlo, lo execra, lléndose en contra del
oprimido y a favor del opresor. El ponerse demencialmente a sudar calentura
ajena, evidencia que don Rubén desconocía el concepto del vocablo PATRIOTA.
“La
vulgaridad –dice Aristóteles-, rebaja al hombre al nivel de la bestia”, y el Príncipe de las Letras Castellanas cayó
en ese ominoso barranco.
Johann Wolfgang
Goethe recomienda: “Y al tiempo de
escribir no os olvidéis de hacerlo como si el Espíritu Santo os inspirase”.
“La
canción del champaña enardece la pasión” dice Darío, y, al
parecer, cuando escribió el panfleto que me ocupa, el poeta estaba embriagado
con champaña.
Al comenzar,
cederé la palabra a Rubén, para, después, proceder a la disección de su libelo
de acuerdo con la razón y la verdad histórica.
Escuchemos con
atento oído y discerniente sentido el palurdo discurso del panida: “En la historia literaria existe una figura
extraña, representación del egoísmo y de la dañina burla: Swift. No le
atormenta el spleen británico, la enfermedad nacional. Es un espíritu
emponzoñado, lleno de cruda misantropía: especie de hombre escorpión, siempre
listo para asestar el garfio que inocula el veneno. Su arma fue la risa; pero
ella es en él salvaje bufonería, cruel dardo de un ser dañino; su talento era
corrosivo como un frasco de ácidos; fue el exacto tipo del panfletista. El
creador de Gulliver hizo del sonoro y buen metal de la risa un
puñal, que puso en manos de su ambición y de su rabia. Swift, en medio de su
hipocondría y de su ruindad, solamente obedecía a sus pasiones, y arroja su
chiste al rostro de la sociedad como un vaso de vitriolo. En La Ilíada, al paso de Tersites, se escucha el eco de las burlas. ¡Mal haya aquél
que en el buen campo que Dios le dio, cultiva plantas venenosas y llenas de
espinas! Swift, funesto sembrador, sembró en su huerto cactus y ortigas. Reía
con gracia mala. El gracioso era mal hombre, El caso de Swift se repite con
alguna frecuencia que, si no lo igualan en talento, lo superan en maldad.
Emplean su habilidad en desgarrar. Hacen de la sátira el arma de su rabia”.
Darío imputa a Swift lacras que son suyas.
¿Quién
hay que pague por tener un amo? ¿Quién hay que quiera sufrir sobre sus hombros
un yugo de esclavo? Quien tiene el pie libre de grillos, fácil encuentra
acometer y reprender al desdichado”, ilustra Esquilo.
Si uno, en el afán
de la lectura tiene quien le guíe, avanza más seguro, pero hay que tener mucha
cautela con los Lazarillo de Tormes
que se crucen en nuestro camino. Pueden extraviarnos. Darío no es un guía
confiable.
La rebelión de las
colonias existieron siempre. Los Estados Unidos decidieron un día no seguir
siendo súbditos de Inglaterra, y Bolívar, al grito de ¡Patria o muerte! emprendió su lucha emancipadora en contra de
España con irrevocable toma de conciencia. En su Carta de Jamaica, fechada en Kingston el 6 de septiembre de 1815,
exponía: “Más grande es el odio que nos
ha inspirado la Península, que el mar que nos separa de ella; menos difícil es
unir los dos continentes, que reconciliar los espíritus de ambos. La muerte, el
deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturalizada
madrastra”. Arengando a sus soldados les decía en Carúpano el 7 de
septiembre de 1814: “Jamás la libertad
ha sido subyugada por la tiranía. No comparéis vuestras fuerzas físicas con las
enemigas, porque no es comparable el espíritu con la materia. Vosotros sois
hombres, ellos son bestias, vosotros sois libres, ellos son esclavos. Combatid,
pues, y venceréis. ¡Dios concede la victoria a la constancia!”
“¡Rebelión!
Esa es la nobleza en el esclavo”, -dice Nietzsche-, el odio reprimido, la venganza del impotente, atentarán siempre contra
su adversario”. Espartaco es un ejemplo.
Hay acordes que
hieren el oído, y ante expresiones groseras, Sócrates nos dá el antídoto: “Enjuagarnos con palabras potables el
amargor de lo oído”, y el esclarecido escritor inglés, William Somerset, nos suministra el fármaco recomendado por
Sócrates, escuchemos su saludable sinfonía: “La prosa de Swift me encantó, Me convencí de que aquella era la más
perfecta forma de escribir, y comencé a trabajar en igual forma que él”. Mi
tentativa de escribir tal como Swift me hacía imposible alcanzar “el grado de justeza que era precisamente lo
que más admiraba en él”
“La
pasión de los viajes de Voltaire –dice David Strauss-, extiende su radio de acción hasta las
estrellas en su cuento Micromegas, inspirado muy de cerca por Swift, a quien
llamó el Rabelais irlandés”.
¿Quién se atreve a
comparar a Darío con estos admiradores y émulos de Swift? ¡Pobre poetita
nuestro!
Los ingleses
actuaron en Irlanda como lo hizo todo colonizador, les quitaron su lengua que
era el gaélico, de origen celta, para imponerles la suya. En América, Francisco Fabián y Fuero, Obispo de
Puebla, decía en su Pastoral del 19 de septiembre de 1769: “Desde que fueron conquistados por nuestros Católicos Monarcas los
indios, no tienen derecho alguno, en justicia, a que se les mantengan sus
lenguas, antes sí lo gozan nuestros soberanos de hacer valer la suya en la
vasta extensión de sus dominios, para que siendo todas sus tierras de un solo
labio, y de unas mismas palabras, las puedan gobernar más fácil y uniformemente”.
En América
precolombina, uno de los elementos más decisivos para la unificación política y
administrativa del Imperio Inca, fue el idioma, el quechua, que dieron en
llamarle “Runa Simi”, “la lengua de los
hombres”, y que fue impuesto a todas las etnias sometidas.
El gran problema
de Darío es que nunca tuvo la originalidad del genio, anduvo siempre en ancas
de otros, defecto plenamente demostrado al relatar él el origen e influencias
en sus poesías y en la elaboración de sus artículos como “Dinamita” y “La raza de Cam”. “Para
crear se necesita un genio, para imitar un artista”. Darío fue un artista
de la palabra.
Nicaragua, un
puntito geográfico perdido en la infinidad del mapamundi cual titilante
estrellita en el espacio sideral, ha sido víctima humillada de extranjeras
potencias, humillaciones impresionantes e indignantes por el patetismo con que
son expuestas por el Dr. Luis Pasos Argüello
en su obra “Los conflictos
internacionales de Nicaragua”, “Colección Cultural Banco de América”. Por
orden cronológico: 1854, Bombardeo norteamericano a San Juan del Norte;
1874–1880, “La cuestión Allard”,
humillada por Francia; 1876–1878, “Caso
Eisenstuck-Leal”, por Alemania, apoyada por Inglaterra y los Estados Unidos
en evidente violación de “La doctrina
Monroe”, de 2 de diciembre de 1823; 1895, ocupación de Corinto por los
ingleses motivada por la expulsión del Vice-Cónsul Británico E.D. Hatch de
Bluefields durante la reincorporación de la Mosquitia. El señor Hatch no tenía
el exequátur del Gobierno de Nicaragua para ejercer dicho cargo, no obstante,
el 26 de Febrero de 1895, Inglaterra presentó un ultimátum reclamando 15,500
libras esterlinas por el ultraje inferido a Mr. Hatch. “Ante esta violación al territorio centroamericano –relata el Dr.
Pasos-, mediaron El Salvador y Honduras garantizando el pago, con cuya promesa
desocuparon Corinto los marinos ingleses
el 4 de Mayo de 1895. Nicaragua se comprometió a pagar las 15,500 libras
esterlinas, quince días después de la desocupación. Para el pago de esa suma, el
Presidente de la República, Gral. José Santos Zelaya, por decreto de 30 de Mayo
de 1895, dispuso aceptar el espontáneo ofrecimiento hecho por capitalistas del
país de un empréstito voluntario de 350,000 pesos que cubrían la exigencia
inglesa”.
Cuando la
ocupación de Corinto en 1895 por los piratas ingleses, Darío contando ya con la
adultez de sus 28 años, era un atorrante sibarítico y epicúreo, que dispendiaba
su vida a granel. “Yo -confiesa-, hacia
vida de café con compañeros de existencia idéntica, y derrochaba mi juventud
sin economizar medios de ponerla a prueba”. “Rubén era ya entonces lo que
continuó siendo toda su vida, dado a amoríos y al alcohol, impetuoso y
bravucón, inconstante y pendenciero, con un corazón de niño irresponsable”,
nos dice Afrodisio Aguado en la
introducción a sus Obras Completas.
¿En quién se
inspiró Rubén para escribir su ofensivo pasquín? dada su habitual costumbre
emulativa, sospecho había leído lo que el cascarrabias Unamuno pensaba de
Swift: “Y si acudimos a otro formidable
malhumorista, al más amargo y más cáustico tal vez de los humoristas: Swift, ¿quién
no ve el mal humor y la morbosidad en este tétrico irlandés?” Me pregunto:
¿Daría Unamuno su aprobación a la invación de España por el ejército
napoleónico en 1808?
“El
hombre no es razón, sino un haz de contradicciones”, dice Unamuno, y él
es uno de ellos. Escuchemos lo que de Bolívar salmodia en su glosa “Don Quijote y Bolívar”: “Es, sin duda, Simón
Bolívar, un héroe para un poema de los de Browming. ¡Y qué figura la de Bolívar
para el poema! Poesía, sí, esta es la palabra, poesía. Poesía es la que resuma
de la vida de Bolívar, como es poesía lo que resuma de la historia de la
emancipación de las repúblicas hispanoamericanas. Nosotros los españoles,
deberíamos orgullecernos de la heroicidad de aquellos hombres frente a las
tropas de los torpes Gobiernos peninsulares, y considerar una gloria de la raza
la gloria de las independencias americanas”. “No hay derecho a renunciar al
derecho. Si nos dejamos vencer y atropellar pacientemente, los vencedores
cobrarán bríos para ensañarse en nuevas víctimas”.
No se le entiende
al salmantino Don Miguel, primero execra a Swift, y, después es florido en
alabar a Bolívar, ambos líderes de igual causa: la libertad.
Durante su gestión
como Primera ministra (1975-1990) de la conservadora Margaret Thatcher, varios jóvenes irlandeses murieron en huelga de
hambre por la libertad de su patria, y la Thatcher con inflexible dureza, los
dejó morir uno a uno ante la gélida indiferencia de la “Comunidad Internacional” encubridora de malas causas, por lo que
fue honrada con el remoquete de “dama de
hierro”.
DISECCIÓN
DEL DICTERIO DARIANO
Confieso sentir
cierta incapacidad para llevar a cabo esta faena, el panfleto a diseccionar está
tan abundante de tropezones desconcertantes, que temo hacer el ridículo papel
de un púgil estilista frente a un atolondrado contrario. La tarea es difícil, y
no podrá realizarse sin violar la tangente de lo sucinto, pero me anticipo a
decir que, leído “Los viajes de
Gulliver”, he descubierto que la pluma de Swift contiene: el salero de
Cervantes, la pimienta de Voltaire, y la fina ironía de Rabelais. Es todo lo
contrario de la estilográfica de el
poeta, rica en grotesca grosería.
Todos los defectos
que Darío imputa a Swift, fueron propios de él, el libelo me suena a un auto
retrato. Si el estado subconsciente es aquel en que el sujeto no tiene
conciencia, pero que influye en lo que él hace o dice, en este caso Darío
estaba viendo su hontanar psíquico en un espejo al cual no le gustaría asomarse
en estado consciente, y trasplanta a otro sus vicios y defectos. Pero este caso
mejor se lo dejo a Freud.
Que Darío fue
egoísta, que usó un lenguaje burdo, que fue misántropo y emponzoñado, sólo lo
ignora quien no lo ha leído. Sus hipocondrías, su ruindad, sus desenfrenadas
pasiones, sus traiciones a quienes le tendieron su generosa mano, las confiesa
sin el menor pudor en sus escritos autobiográficos. “¡La ignorancia feliz del pudor!” llegó a decir.
El léxico que usa
contra Swift, es indigesto, semeja, asegún Miller: “Serpientes saliendo de una lengua podrida, un insulto prolongado, un
escupitazo a la cara del arte”.
Darío miente
cuando dice: “No me avengo con bajos
pensamientos y vulgares palabras”; “Mi intelecto libré de pensar bajo”; “Mas
por gracia de Dios en mi conciencia, el Bien supo elegir la mejor parte”; “Yo
no soy iconoclasta. ¿Para qué? Hace siempre falta a la creación el tiempo
perdido en destruir”. Super iconoclasta fue. Parece tenía mala memoria.
“En La Ilíada, dice: al paso de Tersites se escucha el eco de las burlas”. La
alocución de Tersites no es burla, es una crítica al Atrida Agamenón. (Canto Segundo de la citada obra).
Oigámosle: “¡Atrida! ¿De qué te quejas o
de qué careces? Tus tiendas están repletas de bronce y en ellas tienes muchas
escogidas mujeres que los aqueos te ofrecemos antes que a nadie cuando tomamos
una ciudad. ¿Necesitas acaso el oro que algunos de los teucros te traigan de Ilión para redimir al hijo que yo u otro
aqueo haya hecho prisionero? ¿O por ventura una joven a quien te junte el
amor y que tú solo poseas? No es justo
que, siendo el caudillo, ocasiones tantos males a los aqueos. ¡Oh cobardes,
hombres sin dignidad! Volvamos en las naves a la patria y dejémoslo aquí en
Troya para que dovore el botín y sepa si le sirve o no nuestra ayuda, ya que ha
ofendido a Aquiles, varón muy superior, arrebatándole la recompensa que todavía
retiene. Poca cólera siente Aquiles en su pecho y es grande su indolencia; si
no fuera así, Atrida, este sería tu último ultraje”.
“Tras
la palabra está el caos, dictamina Miller, veo las páginas de éxtasis manchadas de excremento”. “Si un hombre
tiene mente confusa, escribe de un modo confuso”, asegura Somerset.
OSCAR
WILDE ATACA
No existe persona
culta que haya escapado a la lectura de las obras de éste ilustre hijo de
Irlanda (1854-1900), por lo cual, su crítica directa, franca y punzante a “la pérfida Albión”, no puede ser
omitida.
Paladiemos sus
acuarelados y certeros dardos que expondré fracmentariamente. Sintiéndose
sanguíneamente celta, parlamenta: “No
sólo en Oxford o en Cambridge puede formarse, adiestrarse y perfeccionarse el
sentido de la belleza. El instinto creador es fuerte en el celta, y es el celta
el que orienta en el arte”.
“En
esta época opaca y materialista, la simple vida de un viejo, trasladada a la
algarabía de las grandes ciudades, o a los lagos y nublinosas colinas de
Cumberland, ha ofrecido a Inglaterra tesoros de nuevo placer, comparados con
los cuales los tesoros de su lujo son tan estériles, como el mar que Inglaterra
ha convertido en su camino real, y tan desagradable como el fuego del cual ha
querido hacer su esclavo”.
“Y
nosotros en nuestro Renacimiento, procuramos crear una soberanía, que seguirá
siendo la de Inglaterra hasta cuando sus leopardos amarillos se hayan cansado
de las guerras y la rosa de su escudo no esté enrojecida por la sangre de sus
batallas”.
“En
Inglaterra, entonces como ahora, bastaba que un hombre tratara de crear una
obra seria y hermosa para que perdiera todos sus derechos de ciudadano; y,
además, la Hermandad Prerrafaelista de la cual os serán familiares los nombres
de Dante Gabriel Rossetti, Holman Hunt y John Millais, tenían de su parte tres
cosas que el público inglés jamás perdona: la juventud, la fuerza, y el
entusiasmo. No preguntéis a los ingleses quienes fueron aquellos beneméritos
prerrafaelistas: no saber nada de sus grandes hombres es uno de los requisitos
de la educación inglesa. El público inglés se siente siempre a sus anchas
cuando le habla una mediocridad”.
WILDE
COMPARA INGLATERRA CON CALIBÁN
Calibán es el
perverso personaje apto sólo para la maldad creado por Shakespeare en su obra “La tempestad”. Simboliza la
animalidad, los bajos instintos, la grosería, lascivia, embriaguez y traición.
Oigámosle: “Calibán, el pobre y turbulento Calibán,
cree que cuando ha cesado de hacerle muecas a una cosa, tal cosa deja de
existir. Pero si Calibán deja de burlarse, es porque se ha encontrado con una
burla más penetrante que la suya y por un momento se ha visto aleccionado
amargamente y reducido al silencio que debiera sellar para siempre sus toscos y
deformados labios”.
“No
puede haber una gran cultura sin una bella vida nacional, y el espíritu
comercial de Inglaterra la ha matado; no puede haber un gran teatro sin una
noble vida nacional, y el espíritu comercial de Inglaterra, tambien lo ha
matado”.
En carta que la
quiteña Manuelita Sáenz, amante del Libertador Bolívar envió a su marido inglés
Dr. Thorme, deseoso de unirse nuevamente a ella, le decía: “Déjeme usted en paz, mi querido inglés. Hagamos otra cosa. En el cielo
nos volveremos a casar; pero en la tierra, no. ¿Cree usted malo este convenio?
En la patria celestial pasaremos una vida angelical allá todo será a la
inglesa, porque la vida monótona está reservada a su nación, en el amor, se
entiende; pues en lo demás, ¿quiénes más hábiles para el comercio?”
LA
VENGANZA DE LA PÉRFIDA ALBIÓN
“Wilde
se estableció en Londres –dice José Pérez Martín-, y empezó su enfrentamiento
con la sociedad inglesa, con ese poder que en los quince años siguientes le
alzaría al triunfo para más tarde hundirlo en la miseria. Esta sociedad fue
tanto su adversario como su aliado. Poco a poco se fue dando cuenta de que sólo
estaba dispuesta a tolerarlo si la entretenía, de que la forma más fácil de
entretenerla era divertirla, y de que la mejor manera de divertirla era ponerle
un espejo ante el rostro y burlarse de ella. Con el tiempo se estableció entre
Wilde y la sociedad una lucha dialéctica, hasta que por fin ésta se vengó. Sus
relaciones homosexuales con lord Alfred Douglas, fue el pretexto para enviarlo
a la cárcel de Reading en mayo de 1895 condenado a dos años de trabajos
forzados.
Él dirá más tarde: “Y ahora ha llegado
el momento de decir con toda sencillez, que los dos momentos cruciales de mi
vida fueron cuando mi padre me envió a Oxford, y cuando la sociedad me envió a
prisión”.
Según Freud, el
hombre civilizado es incapaz de contemplar cara a cara a la bestia que todavía
se agazapa y ruge dentro de él; “sus
pulsiones poseen una condición libidinosa y brutal, tendiente a la salvaje
satisfacción de los actos más bajos”. Los ingleses no pudieron soportar
verse en el espejo que Wilde les puso enfrente, y reaccionaron como un tirano
ofendido.
En su bello y
emotivo panegírico a Wilde “Purificación
de la piedad”, Darío expresa: “La
sociedad, mientras no venga una revolución de todos los diablos que la
destruya, o le de vuelta como un guante, hay que tenerle, ya que no respeto,
siquiera temor, porque si no, la sociedad sacude, pone la mano al cuello,
aprieta, ahoga, aplasta. El burgués tiene rudezas espantosas y refinamientos
crueles de venganza, y termina indignado: “Como un perro murió Wilde. Como un perro muerto estaba en su cuarto de
soledad su miserable cadáver. ¡En verdad, sus versos y sus cuentos tienen
el valor de lo las más finas perlas!
“El oído prueba
las palabras como el paladar gusta lo que uno come”, dice el bíblico Job.
Como buen
gastrónomo literario, este artículo de Darío satisface mi apetito, no obstante,
no puedo pasar desapercibido por su habitual dicotomía, por un lado execra a
Swift, y, por el otro, exalta a Wilde, ambos víctimas del mismo verdugo.
ESCUCHEMOS
LA VOZ DE CRÍTICOS INGLESES
No sólo Swift y
Wilde como ciudadanos de una nación oprimida formularon su encendida crítica, también
a lo interno de Inglaterra surgió la censura.
Escuchemos con
discernitivo oído al esclarecido escritor inglés William Somerset: “He visto hombres de Estado poco inteligentes y que
no me han parecido muy listos para conducir los asuntos públicos con bastante
éxito. La inglesa es una nación política. A menudo se me invitó a casas en las
que los políticos eran el interés dominante. No pude encontrar en los eminentes hombres de Estado ninguna capacidad
sobresaliente. Llegué a la conclusión, temeraria, quizás, de que no se requería
ningún grado superior de inteligencia para gobernar una nación. Me ha seguido
intrigando lo que me parece la mediocridad de sus mentes”.
William
Thackeray (1811-1863), el Balzac inglés, con sus novelas, y su
contemporáneo Carlos Dickens (1812-1870),
ridiculizaron la sociedad victoriana en que les tocó vivir.
Dickens, que fue
uno de los niños víctima de la Revolución Industrial inglesa, inicia así su
obra “David Copperfield”: “Si yo soy el
héroe de mi propia historia, o corresponde ese lugar a otra persona, el lector
lo sabrá después de recorrer estas páginas”. Su otra obra “Oliver Twist”, guarda también
dramático parecido con “David
Copperfield”.
En la introducción
a la obra de Dickens “Cuentos de
Navidad”, relata Antonio Álvarez: “La
permanente latencia del mundo de su infancia ha dado pie a diversas interpretaciones psicoanalíticas de su
obra: el lector encuentra en ella refugio para recordar su propio pasado, para
asimilar el anhelo de retorno a una edad perdida, y, sobre todo, para
solidarizarse con la protesta dirigida contra una sociedad cargada de
injusticia y de crueldad. A Carlos Dickens le cabe el honor de encabezar la
exigua lista de creadores que se enfrentaron con la pluma a los sangrientos
abusos sociales de su tiempo y que en el nuestro continúan muy lejos de
encontrar solución definitiva. En aquel mundo no eran novedad la miseria, la
explotación y el dolor humano, pero si lo fueron sus manifestaciones.
Inglaterra experimentó antes que ninguna otra nación las convulsiones sociales
engendradas por la Revolución Industrial”.
LA
NOBLE INGLATERRA
Así llamada por
don Rubén Darío en uno de sus artículos, fue, como colonizadora, prolija en
crueldades, “la crueldad, afirma
Nietzsche, es uno de los placeres más antiguos de la humanidad”, e
Inglaterra fue refinada en crueldades tanto dentro como fuera de ella, la
historia de su dominación en sus colonias así lo confirma.
“El
europeo al fundar colonias –afirma Nietzsche-, ha demostrado su naturaleza de
animal de rapiña. La magnífica bestia rubia, que vagabundea codiciosa de botín
y de victoria, de cuando en cuando necesita desahogarse, el animal tiene que
salir fuera, tiene que retornar a la selva”.
LA
SITUACIÓN INSULAR
Los reportajes de
G.M. Young y Daniel Kirwan, periodista del World de Nueva York que visitó
Londres en1860 en pleno desarrollo de la Revolución Industrial, son
dramáticamente escalofriantes. “La desesperación
del pobre –dice Young-, no tiene
más vía de escape que el alcohol, la emigración o el suicidio. En 1850
había en Manchester 1,600 tabernas para una población de 400 mil. Cientos de
borrachos y borrachas podían verse yaciendo en el lodo. Pese a la represión
policial y despiadado sistema penitenciario, la delincuencia y la prostitución
estaban generalizados”. Por su lado Kirwan refiere: “Adonde quiera que uno vuelve la vista encontrará el vicio. En los
niños de la calle el crimen ha dejado sus huellas profundas en sus juveniles
rostros. Las enfermedades se ceban especialmente en este sector de la sociedad;
la tifoidea y el cólera, pero también el tifus, la tuberculosis, difteria y
enfermedades derivadas de la mala nutrición”.
Voltaire relata
las matanzas de católicos por los ingleses en Irlanda, y José Antonio Álvarez,
el llanto de Dickens cuando escuchó al prócer irlandés Daniel O’Connell relatar
en el Parlamento los sufrimientos de su país.
Los ingleses no
actuaron mal por ser ingleses, sino porque por naturaleza el mal es el elemento
constitutivo del ser humano. “El
diminuto dios del mundo –dice Goethe-, continúa siendo el mismo: es tan
original como lo era el día en que fue creado. Malos eran y malos se han
quedado”. Sófocles asegura: “El hombre
siempre busca la compañía del mal”.
Según el
historiador inglés, Dr. Weitbrecht Rotholz, “la naturaleza humana no es tan mala como parece, sino mucho peor”.
Pareciera me he
desviado del tema central de este ensayo, pero no, es mi intención situar al
lector en auto del pleno conocimiento existente entre víctimas y victimario,
demostrando lo injusto del concepto que Darío se formó de la obra de Swift.
Indiscutiblemente, el crítico de Swift, no lo es el de “Los motivos del lobo”.
Como ser humano
dotado de sentimientos, he sentido que estos han sido provocados. Aduce Aristóteles: “Quien no es capaz de irritarse, tampoco
es capaz de defenderse. Dejarse uno afrentar, y tolerar que los demás lo sean, es cosa servil y de hombre
bajo. Las burlas son una especia de afrenta
y pesadumbre; los legisladores prohíben que se profieran insultos y, tal
vez, debieran agregar la prohibición de mofarse los unos de los otros. El
hombre instruido ha de conducirse como si fijara su propia regla. El poeta debe
esforzarse por suscitar júbilo y placer estéticos”. Estos consejos del
estagirita, fueron ignorados por Darío.
Si los versos yámbicos
eran usados en la Grecia clásica para la injuria y la calumnia, el dicterio
dariano contra Swift, es yámbico.
Apunta un axioma
jurídico: “Quien sentencia una causa,
sin oír la parte opuesta, aunque sentencie lo justo, injustamente sentencia”,
es por lo tanto, necesario, después de escuchar mi discurso y el de Darío,
atender la voz del criticado. “Escribo
–dice Swift-, con el nobilísimo fin de informar e ilustrar el género humano”.
Quienes conocemos
su obra, y los nobles y justos motivos que la inspiraron, creemos en su
palabra, sólo pueden dudar aquellos que conociéndola, se les ha roto el hilo
del discernimiento o tienen distorsionado el cerebro.
En su introducción
a la Monografía Histórica de México de Artemio Valle Arizpe, nos dice Francisco
Fernández Mc Gregor: “El arte ha sido
siempre una evasión de la existencia hacia un mundo soñado. El hombre, urgido
por los altos requisitos de la civilización y bajo el apremio de sus
represiones, descubre generalmente que la realidad no le satisface, y da pábulo
a una vida imaginaria la cual le compensa de lo que le falta en la esfera de lo
que existe”.
Lo que hizo Swift,
aunque de distinta forma y manera, ya lo habían hecho Platón con su República y
Tomás Moro con su Utopía, pero todos en busca de la felicidad del género
humano, solamente que Swift en vez de tomar un fusil, como el Ejército
Republicano Irlandés (IRA), tomó la pluma y usó su talento como armas de
combate.
No he encontrado
en la historia, a la cual soy apasionado, método de beligerancia política más
brillantemente punzante, hermoso, deleitoso y original, que el de Swift. Las
filípicas cicerónicas que le valieron a su autor ser llamado por los romanos
Padre de la Patria, y las invectivas que Montalvo disparaba desde Ipiales en
contra de García Moreno, hasta llegar a decir cuando fue asesinado éste con
tantas puñaladas como las de Cesar: “¡Mi
pluma lo mató!”, subyugan, pero no le igualan. Swift es único en la
creación de un nuevo estilo.
Todos los países
visitados por Swift son imaginarios, excepto sus dardos en contra de
Inglaterra, aunque suspicaz, evade: “No
necesito decir a los lectores que en lo que vengo diciendo no trato en lo más
mínimo de hablar de mi país”.
Debo recordar al
lector que los males imputados por Swift a Inglaterra, son propios de todos los
gobiernos, ya sean monárquicos o republicanos, los relatos bíblicos e
históricos así lo confirman. “Para el
individuo es la mayor felicidad ejercer un poder tiránico”, nos dice Aristóteles;
y Platón en “La República”: “La justicia
en todas partes, no es otra cosa que lo que es provechoso al más fuerte”.
En lo particular,
yo estimo las verdades vertidas por Swift en su obra como rapsodias de un
juglar político, y las disfruto con el deleitoso espíritu que sólo un ser
amante de la justicia puede experimentar.
Que los ingleses
fueron piratas es una indiscutible verdad, piratas descaradamente, y cuando no,
otorgando patente de corso a sus súbditos para ejercer la piratería. Al pirata
Francis Drake lo titularon “Sir”, y
al filibustero Henry Morgan que saqueó Panamá en 1671, lo nombraron Teniente
Gobernador de Jamaica. Así premiaban a sus “grandes hombres”. La toma de Corinto en 1895, fue un acto de
piratería.
EL
SISTEMA COLONIZADOR SEGÚN SWIFT
“Pero
había otra razón que me detenía en el camino de aumentar los dominios de Su
Majestad con mis descubrimientos. A decir verdad, había concebido algunos escrúpulos
respecto de la justicia distributiva de los príncipes en tales ocasiones. Por
ejemplo: una banda de piratas es arrastrada por la tempestad no saben a donde;
por fin, un grumete descubre tierra desde el mastelero; desembarcan para robar
y saquear, encuentran un pueblo sencillo, que los recibe con amabilidad; toman
de él formal posesión en nombre de su rey; erigen en señal un tablón podrido o
una piedra; asesinan dos o tres docenas de indígenas; se llevan por la fuerza
una pareja como muestra; regresan a su patria y alcanzan el perdón. Aquí
comienza un nuevo dominio, adquirido con título de derecho divino. Se envían
barcos en la primera oportunidad; se expulsa o se destruye a los naturales; se
tortura a sus principales para obligarlos a declarar donde tienen su oro; se
concede plena autorización para todo acto de inhumanidad y lascivia, y la
tierra despide vaho de la sangre de sus moradores. Y esta execrable cuadrilla
de carniceros, empleada en esta piadosa expedición, es una colonia moderna,
enviada para convertir y civilizar a un pueblo idólatra y bárbaro”.
EL
AUTOR EN LA ACADEMIA DE LAGADO
“Un
profesor me mostró un largo escrito con instrucciones para descubrir conjuras
contra el Gobierno, estaba todo él redactado con gran agudeza, y contenía
muchas observaciones a la par curiosas y útiles para los políticos, pero, a mi
juicio, era incompleto. Así me permití decírselo al autor, con el ofrecimiento
de proporcionarle, si lo tenía a bien, algunas adiciones. Recibió mi propuesta
mucho más complacido de lo que es usual entre escritores, y manifestó que
recibiría con mucho gusto los informes que quisiera darle”. “Le hablé de que en
el reino de Tribnia, llamado por los naturales Langden (Inglaterra, se
entiende), donde pasé algún tiempo durante mis viajes, la inmensa mayoría del
pueblo está constituida en cierto modo por husmeadores, testigos, espías,
delatores, acusadores, cómplices que denuncian los delitos y juradores; y todos
ellos al servicio de la bandera, la conducta y la paga de ministros y diputados
suyos. En aquel reino son las conjuras, por regla general, obra de aquellas
personas que se proponen dar realce a sus facultades de profundos políticos,
prestar nuevo vigor a una administración decrépita, extinguir o distraer el
general descontento, llenarse los bolsillos con secuestros y confiscaciones, y
elevar o hundir el concepto de crédito publico, según convenga mejor a sus
intereses particulares. Se conviene y determina primero entre ellos que persona
sospechosa deberá ser acusada de conjura, y en seguida, se tiene cuidado
especial en apoderarse de sus cartas y papeles y encadenar a los criminales.
Estos papeles se entregan a una cuadrilla de artistas muy diestros en descubrir
significados misteriosos en los vocablos, las sílabas y las cartas. Por
ejemplo: pueden descubrir que una bandada de gansos significa un senado; la
plaga, un cuerpo de ejército; un milano, un primer ministro; la gota, una alta
dignidad eclesiástica; una horca, un secretario de Estado; una criba, una dama
de la corte; una escoba, una revolución; una ratonera, un empleo; un pozo sin
fondo, el tesoro; una sentina, una corte; un gorro, un tribunal de justicia; un
tonel vacío, un general; una llaga supurando, la Administración”.
EL
SENADO ROMANO
“Pedí
que se apareciese ante mí el senado de Roma en una gran cámara, y en otra,
frente a frente, una junta representativa moderna. Se me antojó el primero una
asamblea de héroes y semidioses, y la otra, una colección de buhoneros,
raterillos, salteadores de caminos y rufianes”.
EN
TODAS PARTES LO MISMO
Del sistema
parlamentario, oigamos el concepto que de él tenía Honorato de Balzac
(1799-1850) ,,ñ;´-=¡!#$%/&*()_º¨os
abusos sradas por la Revolusion Industrial+_ experimento antes que ninguna otra
nacion grientos abusos s: “El
sistema parlamentario ofrece el poder no al talento, no al capacitado y
honrado, sino al más ineficaz, desvergonzado y corrompido. Por eso el sistema
parlamentario sin hablar de su podredumbre, no puede gobernar con inteligencia,
porque su dirección está en manos de los mediocres.
José Ingenieros
(1877-1925), en el capítulo “La política
de las piaras” de su obra “El hombre
mediocre”, aporta: “Causa honda de contaminación general es, en nuestra época,
la degeneración del sistema parlamentario: todas las formas adocenadas del parlamentarismo.
Antes presumíase que para gobernar se requería cierta ciencia y arte, ahora se
ha convenido que Gil Blas, Tartufo, y Sancho Panza son los árbitros inapelables
de esa ciencia y de ese arte. La política se degrada, conviértese en profesión.
En los pueblos sin ideales (como en el nuestro), los espíritus subalternos
medran con torpes intrigas de antecámara. En la bajamar sube la rahez y se
acorchan los traficantes. Toda excelencia desaparece eclipsada por la
domesticidad. El gobierno va a manos de gentuza abocada al presupuesto”.
“Para
forjar un legislador –dice Bolívar-, se necesita educarlo en una escuela de
moral, de justicia y de leyes”. En nuestra Nicaragua, contraviniendo el
sabio consejo aristotélico de “otorgar
los cargos a los más capaces”, se toman los legisladores de los mercados.
El talento no cuenta, sino el voto partidario para la consecución de leyes, en
muchos de los casos, inicuas e irracionales para satisfacer los intereses del
amo de turno.
Las apreciaciones
de las asambleas de Swift, Balzac e Ingenieros, son una diagnosis de la
asamblea de nuestros país, y lo más preocupante es, que personas letradas,
descienden también al nivel más bajo al compartir el mismo asentimiento con la
turba lega. Al pueblo romano, cuando el Imperio iba ya camino de su
autodestrucción, los emperadores para distraerlo le daban “pan y circo”, el pueblo nicaragüense ha caído bajo esa degradante
hipnosis, solamente que se le dá circo sin pan. En Nicaragua hay hambre.
Continua
Swift: “Cuánto ha degenerado entre nosotros la especie humana en los últimos cien
años. Llegué al extremo de pedir se me presentase a algunos labradores ingleses
del viejo cuño, en un tiempo tan famoso por la sencillez de sus costumbres, sus
alimentos y sus trajes; por la rectitud de su conducta, por su espíritu de
libertad,
por su valor y por su cariño a la
patria. No pude menos de conmoverme al comparar los vivos con los muertos y
considerar cómo todas aquellas virtudes naturales las prostituyeron por dinero
los nietos de quienes los ostentaron, vendiendo sus votos, amañando las elecciones
y, con ello, adquiriendo todos los vicios y toda la corrupción que en una corte
sea dado aprender”.
“Las
cortes –clamaba en la asamblea el obispo constitucional jacobino Gregoire el 21
de septiembre de 1792-, son los talleres de los crímenes, el hogar de la
corrupción y el antro de los tiranos”. Las cortes, monárquicas o presidenciales,
son la misma cosa.
EL
SPLEEN (Esplín)
Si el spleen era “la enfermedad nacional británica”, no tenía
por que atormentar a Swift que era irlandés. Además, el spleen no afectaba al
pueblo trabajador, sino a la clase dominante. “Víctimas del spleen los altos lores, en sus noches más negras y
pesadas, iban a ver al rey de los actores (a David Garrick) y cambiaban su
spleen en carcajadas”, refiere Juan de Dios Peza en su poema “Reir
llorando”. Según Swift, el spleen se originaba por el ocio, y su fármaco era el
trabajo. Los altos lores, como todo político, pecaban de vagos.
Durante la
Revolución Industrial inglesa, un niño refiere al periodista G.M. Young: “Hago girar el torno y saco los moldes. Por
lo general empiezo a las seis de la mañana, pero hay veces que empiezo a las
cuatro. Ayer trabajé toda la noche hasta la seis de la mañana de hoy. No me he
acostado desde ayer”. Estos niños no padecían de spleen.
Y con esto basta.
El panorama expuesto es lo suficientemente demostrativo de la sinrazón de la
crítica de Darío.
En su Libro “Los raros”, en el artículo dedicado a
Jean Moreas, dice Darío: “Los dientes
literarios en todas partes del mundo gustan de dar un mordisco al “querido
compañero”, un arañazo al “querido maestro”, no hay nada mejor, principalmente
cuando ello va acompañado con la salsa del ridículo. Es un don especial del
lobo humano. Al lobo humano parece que el arte le pusiese en el hígado una
extraña y áspera bilis”. Darío no
escapó a este mal.
Si el arte es todo
aquello que tiene que ver con lo bello, una vez más se equivoca el poeta al
sugerir que el arte inspira lo ridículo. Parece que el “Príncipe de las letras castellanas” no usaba muy bien el
castellano.
ACTOS
DE PIRATERÍA INGLESA
En su libro “Mundo adelante”, he encontrado un
interesante artículo de Darío titulado “John
Bull for ever”. El John Bull inglés, es el homólogo del Tío San norteamericano.
En dicho artículo Darío refiere, 1º. “El
corresponsal de La Nación en Londres ha comunicado, con fecha 20, que Lord
Kimberley, ministro de Relaciones Exteriores, puso personalmente en manos del
ministro de Nicaragua el ultimátum
de su gobierno, pidiendo 15.000 libras
de indemnización por la expulsión del cónsul inglés de Bluefields”. “El
gobierno de Nicaragua canceló su patente al referido cónsul y, según parece, le
expulsó del país. He aquí el motivo por el cual, Inglaterra, exige ahora a
aquella pequeña y no abundante en recursos república centroamericana, quince
mil esterlinas”.
Este caso,
referido ya en páginas anteriores, aclara que, el mencionado cónsul, carecía
del exaquátur, otorgado por el
gobierno nicaragüense para ejercer su cargo diplomático, lo cual no daba valor
legal a la exigencia inglesa en notoria violación a las leyes diplomáticas
internacionales.
2º.
“A la altura de las costas de Honduras, y a la vista de tierra firme, está una
hermosa y fértil islita llamada Roatán. Ella domina la entrada de un bello
puerto. En 1841 se apoderó violentamente de ella el capitán Mc Donald, de la
real marina británica, que arreó la bandera de Honduras y enarboló en su lugar la
de Inglaterra. El pequeño Estado de Honduras, incapaz de resistir, hubo de
someterse al robo”.
3º.
“La próxima agresión se cometió sobre el continente, en lo que se conoce con el
nombre de costa nicaragüense de Mosquitos en 1847/48. Un comandante británico
tomó por fuerza posesión del puerto de San Juan, le cambió el nombre por el de
Greytown, estableció allí autoridad en nombre del rey de los indios Mosquitos,
y comenzó a fortificar el lugar”.
“Y
téngase presente que todo esto se efectuó cuando, según los tratados de 1783,
1786 y 1826, toda la comarca de los Mosquitos, y los mismos indios, estaban
dentro de la soberanía legítima y reconocida del territorio del libre Estado de
Nicaragua”.
El
COLONIALISMO
Darío, que era
ambidextro en sus determinaciones pensantes, dice que: “cuando la mueve su pasión, su interés o su conveniencia, la
civilización europea es más bárbara que los bárbaros”.
Los imperios
coloniales impusieron siempre su autoridad mediante el terror. En México Hernán
Cortés mandó amputarle las manos a cincuenta tlaxcaltecas denunciados como espías
por la india Marina “la malinche”. El escudo de armas de Pizarro en el Perú,
ostentaba 11 cabezas de indios, pero merece especial mención la cruel muerte
dada a Tupac Amaru y ocho de sus compañeros el 18 de mayo de 1781, la crónica
es espeluznante: “En medio de la plaza,
el verdugo le cortó la lengua y le pusieron en el suelo, atáronle los pies y
manos con cuatro lazos asidos a la cinta de cuatro caballos tirados por cuatro
mestizos hacia direcciones distintas. Porque los caballos no eran demasiado
fuertes, o porque el indio era de hierro, no pudieron dividirle. El visitador,
movido de compasión despachó una orden para que se le cortase la cabeza.
Después, se le condujo debajo de la horca, donde se le arrancaron los brazos y
los pies. Eso mismo se ejecutó con su mujer”.
El 16 de Junio de
1528, durante la administración de Pedrarias, “18 indios principales”, -dice
José Dolores Gámez-, fueron en León despedazados por perros. Fue una
presentación teatral.
En Cuba, José Martí
a los 17 años de edad; abril de 1870, fue condenado a seis años de trabajos
forzados, siendo de débil contextura física, esto le produjo la tuberculosis. A
poco de su llegada a España, publica en Madrid su homérica denuncia “El presidio político en Cuba”. Por lo
extenso, citaré sólo un fracmento de su encendida filípica: “La lágrima es la fuente de sentimiento
eterno. Dios existe, y yo vengo en su nombre a romper en las almas españolas el
vaso frío que encierra en ellas la lágrima. Dios existe, y si me hacéis alejar
de aquí sin arrancar de vosotros la cobarde, la malaventurada indiferencia,
dejadme que os desprecie, ya que yo no puedo odiar a nadie; dejadme que os
compadezca en nombre de mi Dios. Ni os odiaré, ni os maldeciré. Si yo odiara a
alguien, me odiaría por ello a mi mismo. Si mi Dios maldijera, yo negaría por
ello a Dios”.
“¿Qué
es aquello? ¡Nada! Ser apaleado, ser pisoteado, ser arrastrado, ser abofeteado
en la calle, junto a la casa, ante la misma ventana donde un mes antes
recibíamos la bendición de nuestra madre. ¡Nada! Pasar allí con el agua a la
cintura, con el pico en la mano, con el grillo en los pies, el sol molestando
nuestras pupilas y el calor alterando nuestra salud, ¿qué es? ¡Nada! Volver
ciego, cojo, magullado, herido, al son del palo y la blasfemia, del golpe y del
escarnio, por las calles aquellas que antes me habían visto pasar sereno,
tranquilo, con la hermana de mi amor y la venturosa paz en el corazón, ¿qué es
ésto? ¡Nada también! ¡Horrorosa, terrible, desgarradora nada! Y vosotros los
españoles la hicisteis. Y vosotros la aplaudisteis. ¡Oh, y qué espantoso debe
ser el remordimiento de una nada criminal! Los ojos atónitos la ven; la razón
escandalizada se espanta; pero la compasión se resiste a creer lo que habéis
hecho, lo que hacéis aún. O sois bárbaros, o no sabéis lo que hacéis. Dejadme
pensar que en esta tierra hay honra todavía, y que aún puede volver por ella
esta España de acá tan injusta, tan indiferente, tan semejante ya a la España
repelente y desbordada de más allá del mar. Volved, volved por vuestra honra:
arrancad los grillos a los anciados, a los idiotas; arrancad el palo al
miserable apaleador; arrancad vuestra vergüenza al que se embriaga insensato en
brazos de la venganza y se olvida de Dios y de vosotros; borrad, arrancad todo
ésto, y haréis olvidar algunos de sus días más amargos al que ni al golpe del
látigo, ni a la voz del insulto, ni al rumor de sus cadenas, ha aprendido aún a
odiar”.
Todo comentario queda a discreción del lector.
EL
CASO ARGELINO
Nuestra generación
ha tenido la fortuna de presenciar la agonía y violenta muerte del imperialismo
colonial francés, primero en Vietnán, 1954; después en Argelia, que colonizada
desde 1830, logró su emancipación en 1959 después de dura y sangrienta lucha.
La colonización de
Argelia motivó la creación de la obra de Franz Fanon “Los condenados de la Tierra”, prologada por Jean-Paul Sartre (1905
- 1980).
En su emotivo y
volcánico Prólogo, Sartre se enfrenta al gobierno galo, denuncia sus crueldades
coloniales, y exhorta: “europeos, abran
este libro, penetren en él, lean a Fanon”.
“El
europeo -dice-, no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y
monstruos, y lo que es peor, es que los otros se hacen hombres en contra
nuestra, lo que demuestra que somos los enemigos del género humano; en esto la
élite europea descubre su verdadera naturaleza: la de una pandilla”.
“La
descolonización es siempre un fenómeno violento, es simplemente la sustitución
de una “especie” de hombres, por otra “especie” de hombres; su importancia es
que constituye la reivindicación del colonizado”.
EL
COLONIALISMO
“La
violencia colonial no se propone solo como finalidad mantener en actitud
respetuosa a los hombres sometidos, trata de deshumanizarlos. Nada será
ahorrado para liquidar sus tradiciones, para sustituir sus lenguas por las
nuestras, para destruir su cultura sin darles la nuestra, se le embrutecerá de
cansancio. Vienen civiles que se instalan en su tierra y con el látigo lo
obligan a cultivarla para ellos, si resisten, se dirigen contra el campesino
los fusiles, los soldados disparan; si ceden, se degradan, dejan de ser
hombres; la vergüenza y el miedo quebrantan su carácter, desintegran su persona”.
“¡Pobre
colono!: su contradicción queda al desnudo. Debería, como hace el ogro, matar
al que captura, pero eso no es posible, ¿no hace falta acaso que los explote?
Ese personaje déspota, enloquecido por su omnipotencia, ya no se acuerda que ha
sido un hombre: se considera un látigo o un fusil”.
“No
se equivoquen; por esa loca roña, por esa bilis y esa hiel, por su constante
deseo de matarlos, por la contracción permanente de músculos que temen reposar,
son hombres: por el colono que quiere hacerlos esclavos, y contra él, el odio
es su único tesoro: el amo lo provoca porque trata de embrutecerlos, pero los
indígenas son todavía humanos, por el poder del opresor que se transforma en
ellos en un rechazo obstinado a la condición animal. Su violencia, es la
muestra invertida, la locura homicida, es el inconsciente colectivo de los
colonizados. Después de todo, aunque se les domestique, el dolor y el hambre
provocará en sus cuerpos una rabia volcánica cuya fuerza es igual a la de la
presión que se ejerce sobre ellos. Nuestras víctimas nos conocen por sus
heridas y por sus cadenas. Matar a un europeo es matar dos pájaros de un tiro,
suprimir a la vez a un opresor y a un oprimido: quedan un hombre muerto y un
hombre libre; el superviviente, por primera vez, siente un suelo nacional bajo
la planta de sus pies. En ese instante, la nación no se aleja de él: se
encuentra dondequiera que él va”. Hasta aquí las sabias reflexiones
de Sartre.
Si pusiéramos en un plato de la balanza de
Temis, diosa de la justicia, la conciencia crítica de Darío, y en el otro la de
Sartre, indiscutiblemente el plato vencedor sería el de Sartre.
Termino este
ensayo, hoy miércoles 4 de febrero del 2015 con los carismáticos versos de la
poetisa uruguaya Idea Vilariño: “Siempre
habrá alguna bota sobre el sueño efímero del hombre, una bota de fuerza y de
codicia, pronta a golpear, dispuesta a ensangrentarse, cada vez que los hombres
se incorporan, cada vez que reclaman lo que suyo, o que buscan ser hombres
solamente”.
Escocia e Irlanda,
son aún colonias de Inglaterra, solamente que con el eufemístico nombre de
“Reino Unido”, al igual que Puerto Rico luce con el de “Estado libre asociado”,
cínica forma de disfrazar la usurpación,
pero ningún lenguaje almibarado podrá sustituir la realidad.
Escritor
autodidacto
Telf. 2268-9093 –
8879-2294
Nota: Jean-Paul
Sartre fue nominado Pr. Nobel 1964 que rehusó con ejemplar dignidad.