EL LIBERTADOR BOLÍVAR
Manuel Aragón Buitrago
En julio de este año se celebró el 232 aniversario del natalicio de
Simón Bolívar. La ignorancia, sin ser invitada, también participó, tomó la
palabra, soltó la lengua y espetó: “Nosotros
nos identificamos más con la revolución mexicana, no creo que haya que darle
tanta importancia a este tipo de celebraciones”. El plural “nosotros” es incorrecto.
La ignorancia es atrevida. La realidad de la revolución mexicana nos la pinta
en todos sus colores Mariano Azuela en su novela “Los
de abajo”. En México, como en
todas partes, han asesinado a los luchadores por los derechos de los desposeídos:
Emiliano Zapata, 1919; Pancho Villa, 1926. Afortunadamente, los escombros de
semejante exabrupto, quedan sepultados bajo el peso del concepto que de Bolívar
tuvieron eminencias como Miguel de Unamuno, José Martí, y Rubén Darío, que le
llamó “Titán de la victoria” , “Protocóndor
andino” , en su Oda Heroica “Al libertador Bolívar”, compuesta en 51 quintetos. Desde Nezahualcóyotl, primer
estadista y legislador de América sin paragón alguno, no había existido otro
hasta el orto de Bolívar.
Bolívar, como todo grande hombre, fue predestinado vencedor, como
Bonaparte, unió al filo de su espada el poder de su palabra. Sus arengas
impregnadas de ático estilo y erudición romana, inflamaban los ánimos de su
harapienta tropa. Su elocuencia era de naturaleza isocrática.
Previsor innato, miraba todo con los ojos del argivo Argos. Fijaba su vista
en el pasado para diagnosticar sobre el futuro con los pies en el presente. “Que la historia nos sirva de guía”, era su lema.
Bolívar es el estadista más completo que hasta hoy ha producido América. En
él se ejercitaron casi todas las facultades humanas: filósofo, poeta, ecólogo,
agrarista, legislador, educador, profeta. Como periodista fundó el primer
diario de América, “El correo del Orinoco”, aconsejando: “La verdad debe ser materia prima del periodismo”; como militar, practicó lo que más tarde el mariscal
Erwin Rommel llamara “Dinámica de la derrota” que consistía en la persecución y aniquilamiento total
del enemigo.
SU DRAMÁTICO FIN. Habiendo nacido millonario, murió indigente. La camisa
limpia de un vecino le sirvió de sudario; padre de cinco repúblicas, murió sin
patria.
Cuando el general Rafael Urdaneta le llama para hacerse cargo del gobierno
de Colombia, le responde: “No debo, no puedo, ni quiero
más gobierno; y el que menos quiero es el de Colombia. No quiero más glorias;
no quiero más poder; no quiero más fortuna y si quiero mucho, mucho, mi reposo.
Me queda un tercio de vida, y quiero vivir. Ya estoy viejo, enfermo, cansado,
desengañado, hostigado, calumniado y mal pagado. Nunca he visto con buenos ojos
las insurrecciones; últimamente he deplorado hasta lo que hemos hecho contra
los españoles. Yo estoy proscrito, así, yo no tengo patria por la cual
sacrificarme”.
TRISTE
DESPEDIDA. “Colombianos: habéis presenciado mis esfuerzos para plantar la
libertad donde antes reinaba la tiranía. He trabajado con desinterés
abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me
persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de
vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor
a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las
puertas del sepulcro. Yo los perdono. Al desaparecer de en medio de vosotros,
mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No
aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar
por el bien inestable de la unión: Los pueblos obedeciendo al actual gobierno
para librarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus
oraciones al cielo; y los militares empleando su espada, en defensa de las
garantías sociales. !Colombianos¡ Mis últimos votos son por la felicidad de la
patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la
unión,yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
Cuentan que por las tardes pedía lo sacaran a contemplar el mar, y que
habiéndole preguntado a su médico si sabía quiénes habían sido los tres
majaderos más grandes del mundo, éste le respondió, “no,
mi general”, entonces le dijo: “acérquese, se lo voy a decir”, “sí, mi general”, “Los tres majaderos
más grandes del mundo, hemos sido, Jesucristo, Don Quijote, y yo”.
A la una y siete minutos de la tarde del 17 de diciembre de 1830, cerró sus
ojos para siempre este Cristo nuevo, que sacrificó su vida y su fortuna
por redimir de la servidumbre un continente. Contaba apenas con 47 años de edad
Escritor y poeta
28 de agosto 2015.